Gran Canal de Venecia

Muerte -por turismo- en Venecia

Venecia se está hundiendo, literal y metafóricamente, bajo el peso del turismo. Una visita a sus estrechas calles en un mal momento del año o del día, te hace sentir como una hormiga en un terrario, abrumado por la muchedumbre de la que formas parte. Aquella epidemia que profetizaba el relato de Thomas Mann, en La Muerte en Venecia, era de gente.

Venecia no es la ciudad más visitada del mundo, ni siquiera está entre las 20 primeras. Megalópolis como Bangkok, Londres, París, Estambul o Nueva York reciben muchos más turistas y visitantes. Sin embargo, limitada su expansión por sus propias características, hace tiempo que Venecia es el paradigma de ciudad abarrotada  por el turismo. Mucho antes de que inventáramos términos aterradores como la turistificación de Barcelona o la gentrificación de Madrid, Venecia ya se había convertido en una ciudad-parque de atracciones.

El origen del problema

Ya comentaba en una entrada anterior que los venecianos desarrollaron su industria naval y expandieron su comercio hasta convertirse en los chicos de moda del Mediterráneo Oriental, chuleando incluso a los turcos. Sin embargo un día, por esas cosas de la Historia, alguien descubrió América y de repente el Mare Nostrum y la ruta de la seda ya no eran tan atractivos como el Atlántico y la ruta del oro. Cuando los venecianos empezaron a perder negocio y posiciones, se replegaron a sus canales y puertos generando una nueva clase social de patricios venidos a menos, con derechos pero sin dineros, los ninis del Renacimiento.

Casino de VeneciaEn un alarde imaginativo, para mantener su clase social y sus rentas, se dedicaron a promover otros de sus encantos: a la peculiaridad de los canales, añadieron la industria del juego y el espectáculo creando casinos y teatros que atraían a los europeos pudientes.

Con el tiempo profesionalizaron su carnaval para hacerlo exótico, explotaron las playas del Lido, y ya puestos, inventaron y popularizaron eventos tan exitosos como la bienal de arte o el festival de cine. No se puede decir que los venecianos no hayan puesto de su parte para atraer a las masas, es como ponerle miel al pastel para atraer a las moscas.

El problema, como en casi todo, es que se les fue de las manos. A finales de siglo XX la clase media europea hizo explosión, en el sentido demográfico del término, y de repente todos tenían dinero y curiosidad para viajar y ver esa ciudad tan rara construida sobre el mar. Para qué explicar lo que ocurrió cuando empezaron a aparecer los paquetes turísticos, las aerolíneas low cost, el boom de lo cruceros, y los nuevos mercados turísticos americanos, australianos, y asiáticos, que se iban acercando cada vez más a Europa.

La capital del turismo

A principios de los años 70 Venecia llegó a tener 360.000 habitantes, pero desde entonces no ha parado de perder ciudadanos (261.000 en 2011, un 27,5% menos), algo que es mucho más acusado en la isla principal, y sin embargo en la Plaza de San Marcos, oye, que no cabe un alma.

Plaza de San Marcos de VeneciaLos venecianos se han ido para darnos paso a nosotros, los turistas, pero no todos de buena gana. Las viejas casas se transformaron en hoteles y pensiones, las tiendas tradicionales dejaron paso a los souvenirs y las casas de comida son pizzerías con menú turístico.

Cada día pasan por sus escasas calles una media de 100.000 visitantes (lo que equivale a casi un 40% de su población actual). De esta manera los venecianos que quedan ven como su insigne ciudad-estado se ha convertido en la disneylandia de los canales, y cuelgan en sus balcones unas pancartas que claman Venezia e una vera citta con las que, si no me equivoco, convierten el eslogan de Venezia e una bella citta en una protesta contra los que arrasamos sus calles cámara en mano.

Y las inundaciones ¿qué?

Venecia tiene otros problemas, porque nunca vienen solos. En nuestro último viaje vimos como los establecimientos y lugares oficiales se preparaban para el fenómeno del Acqua alta, que no es otra cosa que las mareas altas que inundan la ciudad de tanto en tanto y que se producen cada vez con mayor frecuencia debido al aumento del nivel del mar (cambio climático mediante), el hundimiento lento pero progresivo de la ciudad (no olvidemos que está construida sobre marismas), y la mayor agresividad de los vientos que soplan desde el Adriático. El turismo masivo, tampoco ayuda.

Pues resulta que, tócate los pies, el acqua alta también se ha convertido en un fenómeno turístico, y los hay que buscan las fechas propicias en primavera y otoño con la esperanza de poder fotografiarse encaramados a una plataforma en la Plaza de San Marcos, o con el agua por las pantorrillas, como testigos del futuro apocalíptico que le espera a la ciudad. Eso sí, con las preceptivas botas de agua pagadas a precio de oro en los puestos callejeros.

¿Y cómo arreglamos Venecia?

La UNESCO, que está para algo más que para decir «qué bonito es todo», ya ha advertido seriamente sobre el peligro que corre Venecia, y además de instar a limitar la circulación de cruceros, que ya se ha reducido un 20%, ha recomendado restringir el número de visitantes al año.

Puestos callejeros y embarcaderos en VeneciaLa solución es fácil en la teoría pero dura en la práctica porque intuyo que, a no ser que inventen alguna lotería turística, la restricción va a pasar, en su origen o en su final, por el filtro del nivel económico de los visitantes.

Ya sea limitando las plazas hoteleras, o poniendo un cupo a las llegadas a la ciudad, o directamente subiendo los precios, parece que el resultado es que Venecia solo será accesible para los que más puedan gastarse en sus vacaciones. Y os aviso que un café en las terrazas de las Procuradurías ya cuesta 11 euros, una cerveza, 13.

En vista de la perspectiva, mi recomendación es que visitéis Venecia antes de que tengamos que verla en una reproducción, como las cuevas de Altamira. Porque a pesar del carácter dramático de este post, aún se puede hacer con comodidad, pero si lo hacéis, por vuestro bien y el de la ciudad, en temporada baja, entre semana, y a ser posible, por las tardes. Y, de paso, no seáis turistas desconsiderados, no alborotéis, no ensuciéis, no chapoteéis en el agua, y gastad en negocios locales. O, como el protagonista de Muerte en Venecia, simplemente admirad la belleza hasta que se os lleve la plaga.

Viajeros Infrecuentes en VeneciaPodéis visitar, sin alterar, las zonas que se alejan de los lugares habituales, por ejemplo más allá de la Avenida de Garibaldi, la isla de San Piero, o el entorno del Campo de Santa Margarita. Podéis admirar los canales menos transitados, los que tienen barquichuelas en lugar de góndolas, y para reíros de los turistas de masas y de crucero (yo también fui uno de ellos) os basta con leer el relato inspirado en Venecia de Viajeros Infrecuentes.

 

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