Tal vez nunca te has planteado que el pasajero que se sienta a tu lado en el avión puede ser un asesino a sueldo camino de su siguiente trabajo; o que la desconocida que se sitúa detrás de ti en la cola de embarque puede ir en busca del desesperado amor de su vida. O, por qué no, que la señora que aparece casualmente en tus fotos de monumentos puede ser una espía, una criminal o una loca.
En cada viaje nos cruzamos con multitud de viajeros sin prestarles atención, desconociendo que cada uno de ellos puede estar viviendo una historia apasionante. Esa es la base del libro Viajeros Infrecuentes: Viajeros con sus propias particularidades y circunstancias que se cruzan con otros viajeros dando lugar a todo tipo de historias de muy distintos géneros.
En la entrada anterior ya os había comentado que el viaje en un grupo organizado a Jordania inspiró un relato de intriga repleto de personajes sospechosos inspirados en nuestros propios compañeros de viaje, pero en otros muchos relatos, los personajes surgen de viajeros anónimos que se han cruzado en mi camino. Siempre me gustó jugar a imaginar la vida de los desconocidos, a veces tratando de deducirla a través de su apariencia al más puro estilo de Sherlock Holmes, otras veces imaginando historias disparatadas que contradigan esa apariencia.
Así han surgido muchos personajes del libro Viajeros Infrecuentes, y como es una pregunta habitual, aquí van algunos ejemplos:
Un fotógrafo, una cantante y un vagabundo
Cuando visité Iguazú, además de perder el aliento con la monumentalidad de la Garganta del Diablo, tuve tiempo para fijarme en el resto de turistas que como nosotros revoloteaban por la plataforma de metal que se asomaba sobre las cataratas. Entre ellos, inmóvil en el punto que permitía el mejor encuadre, se situaba un fotógrafo profesional que por unos reales inmortalizaba la visita de cada viajero a Iguazú.
El fotógrafo permanecía -y supongo que aún permanece- en esa misma posición durante horas, cubierto con un chubasquero para protegerse del vapor de agua que se eleva desde las cascadas, y haciendo fotos una y otra vez a una galería infinita de turistas siempre sobre el mismo paisaje. Ese personaje aburrido por fuerza de los turistas, las fotos y las cataratas, me pareció digno de protagonizar una historia, y así lo hace en el primer relato del libro de Viajeros Infrecuentes.
Los personajes del relato de Salvador de Bahía también son reales, o al menos su apariencia física y sus circunstancias particulares: una extranjera que había recalado en la ciudad para tocar la guitarra y cantar en los restaurantes más típicos, y un adolescente que vagaba descalzo por las calles empedradas del Pelourinho, el centro histórico de Salvador, esperando con desgana la compasión de los mismos turistas. A cada uno lo vi en distintos puntos de la ciudad, pero me pareció que hacerlos coincidir en uno de los relatos más «poéticos» del libro era una buena forma de describir los contrastes de la ciudad y la impresión que saqué de allí.
Un ejecutivo, unos juerguistas y una alegre divorciada
El ejecutivo que recorre las calles de Londres podría haber sido cualquiera de los que me crucé en mis muchos viajes de trabajo a la ciudad. Podría ser uno de los hombres trajeados con los que me reuní o podría ser incluso yo mismo. Al fin y al cabo se hospeda en el mismo hotel en el que yo solía alojarme y realiza el mismo paseo «básico» que yo hice en muchas ocasiones entre la Estación Victoria y el Puente del Jubileo, aunque fuera solo por airearme un poco después de horas de reuniones en inglés y echarle un vistazo al Big Ben y el London Eye.
Los protagonistas del relato de Malta son una representación de cualquiera de los muchos adolescentes y veinteañeros con los que coincidimos en la isla y que supuestamente habían viajado hasta allí para aprender inglés, aunque damos fe de que no vimos ni una academia y sí muchos bares y discotecas repletos de jóvenes en una fiesta sin fin. Para construir el relato bastaba con imaginar la conversación entre dos de ellos tras una noche de fiesta.
Alguno de los personajes está cambiado de lugar: la alegre divorciada que protagoniza el relato de Estambul está inspirada en una graciosa y algo disparatada andaluza a la que conocí viajando sola por Perú y con la que coincidimos en los parajes más recónditos. Su forma de viajar y comportarse allá donde iba fue lo que me ayudó a inventarle un pasado, una actitud ante la vida y, tal vez, un viaje previo o posterior a Turquía a buscar una aventura.
Como digo, estos son algunos ejemplos de cómo han surgido las historias y personajes de Viajeros Infrecuentes. No descarto seguir desvelando la trastienda del libro en próximas entradas porque sé que hay lectores interesados en el making-off tanto o más que en el libro en sí.