Coge un mapa y échale un vistazo. Brasil es esa enorme mancha verde que ocupa la mitad de Sudamérica. Es imposible verlo todo de un solo viaje, lo que supone una estupenda excusa para ir más de una vez, o empadronarse allí y recorrerla entera a ritmo de samba.
Ya comenté aquí que Río de Janeiro es la parada obligada, pero hay mucho más que ver, como por ejemplo:
Salvador de Bahía
Salvador fue la primera capital de Brasil, pero antes incluso de que Brasil fuera Brasil y de que Carlinhos Brown bailara por sus calles. Su casco histórico con edificios y calzadas del siglo XVI es una colorida joya de la arquitectura colonial declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Esta zona se llama el Pelourinho (pronúnciese con acento brasileño y moviendo las caderas), y está dividido en la ciudad alta y la ciudad baja, conectadas por el característico Elevador de Lacerda (no, no falta un espacio entre la a y la c, chistosos, esa broma ya me la ha hecho el autocorrector). El elevador y sus vistas al puerto se han convertido en un atractivo turístico en sí mismo, pero en una ciudad como esta, llena de iglesias, hay otros puntos de interés como la Catedral, la Iglesia de Nuestro Señor de Bonfin y la Iglesia y Convento de San Francisco. Esta última destaca porque se supone que es la Iglesia más lujosa de América, con un interior de estilo rococó hecho en madera y cubierto por más de 700 kilos de oro. Ahí es nada. Parece aquello la fábrica de Ferrero Rocher. Yo aún estoy parpadeando. Dicen que los azulejos del convento también tienen su valor, pero quién mira azulejos cuando te deslumbra el oro.
A mí, sin embargo, lo que más me gustó fue callejear por las calzadas empedradas, tomar una cerveza fresquita en los bares a pie de calle o una suculenta comida criolla en posadas con encanto como la de Amarelindo. Por la noche nos encontramos una comparsa que ensayaba para el Carnaval y les fuimos siguiendo junto con la muchedumbre como los ratones al flautista de Hamelín, solo que a ritmo de batucada. Muy divertido, sí, pero llegamos a un punto en el que no nos atrevimos a seguir avanzando, porque el principal defecto que le encontramos a Salvador fue una sensación de inseguridad que no notamos en Río. Pero no hay que preocuparse, las calles más turísticas del Pelourinho parecen seguras, con mucha gente y policía militar en cada esquina. Solo hay que asegurarse de no llevar nada ostentoso encima, ni relojes, ni cámaras, ni, qué se yo, 700 kilos de oro que te has encontrado en una iglesia.
Morro de Sao Paulo
¿Dónde te gustaría estar ahora mismo? Déjame que adivine, en una isla de largas y doradas playas, de agua cristalina y frondosa vegetación ¿Una isla desierta? Bueno, no, una isla con gente para divertirse ¿Y qué más? Pues bares, muchos bares… Pues eso es la isla de Tinharé y su capital, Morro de Sao Paulo, una pequeña isla paradisíaca a la que se llega tras dos horas en ferry desde Salvador de Bahía. La isla fue un antiguo refugio de piratas y aparte de una pequeña iglesia, un faro y una posada donde una vez durmió un virrey, no hay ningún monumento que ver, así que te puedes dedicar completamente al relax y la fiesta sin el estrés del turista. Por no haber no hay ni carreteras ni coches, pero sí que hay muchos apartamentos y hoteles de todas las categorías a donde van los jóvenes brasileños, argentinos, uruguayos y paraguayos a pasar sus vacaciones universitarias. Parece que los europeos también la estamos descubriendo y se empieza a promocionar como la Ibiza brasileña.

Los nombres de las playas son muy sencillos: “Primera”, “Segunda”, “Tercera” y “Cuarta”. Supongo que está pensado para que la noche no confunda a nadie y todo el mundo encuentre el camino de vuelta desde los bares a su hotel. Como consejo: a medida que avanzas en el número de la playa encontrarás mejores hoteles y menos bares, así que puedes escoger el alojamiento según la tranquilidad que desees.
Pero no todo es caipirinha en Morro, hay deportes acuáticos, excursiones para hacer submarinismo, paseos a caballo y hasta una tirolina desde el faro. Nosotros recomendamos dar una largo paseo entre la jungla y las playas hasta el pueblo de Gamboa y allí comer pulpo y langostinos al estilo tradicional.
Manaos
Ya lo último del descaro de viajeros infrecuentes es hacer referencia a sitios en los que ni hemos estado. Manaos es la “capital” del Amazonas y es la espinita que se nos quedó en este viaje, pero es que tuvimos que elegir entre Morro y Manaos, y claro, ante la disyuntiva entre isla paradisíaca y jungla de mosquitos no necesitamos mucho tiempo para pensarlo. Eso sí, nos lo reservamos como excusa para volver a Brasil y descubrir la selva Amazónica, porque quien más y quien menos, todos tenemos un puntillo Miguel de la Cuadra (Frank de la Jungla si has estudiado la ESO).
No puedo terminar esta entrada sin mencionar uno de los lugares más maravillosos de Brasil y del mundo: Las Cataratas de Iguazú. Pero esto lo contaré desde el lado argentino, esperemos que no suponga un conflicto internacional.
2 comentarios en “Mira que es grande Brasil”