Si todos los vecinos tienen problemas de convivencia, cómo será cuando tienen que compartir un tesoro. El otro día comentaba aquí que aunque Iguazú es uno de los destinos más relevantes de Brasil, yo lo contaría desde el lado argentino, pero no es la única joya que los argentinos, tan desprendidos ellos, tienen a medias.
Cataratas de Iguazú
Las Cataras de Iguazú es uno de los lugares más maravillosos del mundo. Y esto es una verdad que no admite réplicas, como la ley de la gravedad o las multas de tráfico. Y ya ves tú, no es más que agua cayendo, pero qué bonita cae, oye, qué manera de caer. Agua y más agua, 1.500m3 por segundo, como para ir con sed. Mucho ha avanzado la ciencia, pero creo que aún no se ha inventado el dispositivo con capacidad suficiente para todas las fotos que queríamos hacer, desde todos los rincones y ángulos. Son un total de 275 saltos de agua, cada uno con su belleza particular, aunque destaca la Garganta del Diablo, por su altura de 80 metros, por su espectacularidad y por las tragaderas que tiene el diablo.
Como decía, el Río Iguazú y sus cataratas hacen de frontera entre Brasil y Argentina, y nosotros ponemos guardias civiles en las nuestras, no hay color. Tanto la Garganta como el resto de saltos se pueden ver desde distintas pasarelas desde el lado argentino y de forma panorámica desde el lado brasileño, pero yo creo que para disfrutar bien de las cataratas hay que meterse debajo. Es un decir.
A nosotros nos llevaron en una camioneta atravesando la selva donde buscábamos tucanes sin éxito, pero sí que vimos a los simpáticos coatíes. Por lo visto simpáticos hasta que te muerden para quitarte la comida y dejarte sin dedos. Después de una media hora de camino nos embarcamos en una zódiac y recorrimos un tramo del Río Iguazú como el capitán pirata: Brasil a un lado, Argentina al otro y allá a su frente la isla de San Martín. Esta isla en medio de las cascadas la reconoceréis si visteis la película La Misión. Si solo os acordáis de la música como todo el mundo, no la reconoceréis, pero ya os lo cuento yo. La gracia de la visita en lancha consiste básicamente en ducharte. No puedes hacer fotos porque se te empapa la cámara y llega un momento en que ni si quiera puedes abrir los ojos, así que lo mismo estás acercándote a la catarata, que puede ser el guía echándote cubos de agua encima, pero muy apasionante la experiencia en cualquier caso.

Los Glaciares
Se ve que estaba el perito Francisco Pascasio Moreno recorriendo la Patagonia para demarcar los límites de la frontera entre Argentina y Chile y navegó el río Santa Cruz en toda su extensión hasta llegar a su nacimiento, en un enorme lago de aguas heladas que bautizó como Lago Argentina. Esto quiere decir que estuvo muy cerca de encontrar el glaciar que luego llevaría su nombre y se haría famoso en el mundo entero, pero sin llegar a verlo. También tuvo poco ojo el moreno para ser perito.
Nosotros sí que lo vimos, pero porque teníamos la ventaja de que el glaciar ya lleva descubierto un tiempito. A lo lejos parece una simple mancha de nieve sucia, pero cuando nos acercamos en barco nos encontramos de frente con una impresionante pared de hielo azul de cinco kilómetros de largo y hasta unos 60 o 70 metros de altura (¿Alguien más está pensado en el muro de Juego de Tronos?). Desde allí se siente un silencio estremecedor solo roto por el viento, pero de repente suena un crujido que retumba en el lago y se desprende una masa de hielo que parece que se está resquebrajando el mundo. Y eso es lo mejor del Perito Moreno, ver (y oír) cómo se rompe. De hecho hay gente que se pasa años esperando para visitar el lago en el momento en que se espera ver romper el arco de hielo que se forma periódicamente entre el glaciar y la Península de Magallanes. Desde esta península también hay varias pasarelas que te permiten ver el glaciar desde distintos ángulos y sacar la foto oportuna en el momento justo en que se desploman los bloques de hielo.
El Perito Moreno es el glaciar más famoso por ser el más accesible, pero no es ni mucho menos el único ni el más grande de la zona. En el lado argentino muchas agencias ofrecen visitas en barco por el lago entre enormes icebergs azules para ver el resto de los glaciares, como Upsala y otros nombre de discoteca.
Las excursiones parten desde El Calafate, un pequeño pueblo en medio de la Patagonia que vive del turismo de los glaciares, pero que además tiene un atractivo que está a la altura: la mejor carne que hemos comido nunca. No os digo más, que nos pasábamos el día de excursión sin comer para luego poder darnos un homenaje en las cenas. Desde entonces la carne ya no nos sabe igual en ningún sitio.
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