A Cascais y Estoril hay que ir a retirarse como reyes derrocados o dictadores exiliados, forrados de tesoros nacionales y fondos del estado, pero hasta que eso suceda no está mal pasar unos días de veraneo en sus playas adornadas de palacetes y mansiones.
Cascais, ciudad de vacaciones
El municipio de Cascais ocupa, para entendernos, la punta de la nariz de Portugal, y por eso siempre mira hacia abajo, al sur, lo que le viene muy bien a sus playas. La capital es la ciudad del mismo nombre, que en su día fue un pueblo de pescadores y ahora una ciudad vacacional de unos 30.000 habitantes que se multiplican en verano. De los pescadores aún quedan las barquitas amarradas junto a la playa y el olor a sardinas asadas, el resto está tomado por el turismo.
Las callejuelas del pueblo también conservan sus característicos empedrados portugueses y sobre ellos hay todo un mundo de bares y restaurantes entre los que aún se puede degustar comida típica del lugar. La que está limpia y casi vacía es su coqueta Plaza del Ayuntamiento, donde una estatua del Rey Pedro I mira al mar con unas ganas de bañarse que no se aclara.
La pequeña playa del pueblo, la playa de los pescadores, está delimitada por el puerto deportivo y el palacio de Seixas, uno de tantos palacios que dan estilo y glamour a esta costa.
La ciudad se extiende hacia el oeste en un bonito paseo que atraviesa la marina deportiva, la antigua ciudadela militar, ahora convertida en museo, y la playa de Santa Marta, con su puente y su faro, uno de los lugares más fotografiados de la zona, buscad en Instagram si no me creéis.
Las playas de Cascais
Cascais se encuentra a apenas 30 kilómetros de Lisboa y está unida a ella por una línea de tren que cada día de verano se atiborra de lisboetas necesitados de mar y sol que se van repartiendo por las distintas playas del municipio.
Las hay de todo tipo y para todos los gustos, y además cambian completamente según el nivel de la marea, que aquí se mueve mucho (esto no es el Mediterráneo, amigos). Lo mismo te encuentras una fina franja de arena frente a las olas que una extensión enorme de rocas y charcos a modo de piscinas.
Tal vez la playa más bonita, junto a la de Santa Marta, es la playa de La Reina, metida en el pueblo de Cascais, y con un buen mirador. Le siguen playas más grandes como la Playa de Conceiçao o la de la Duquesa, cada una con sus correspondientes bares y negocios de hamacas y sombrillas, y su palacete presidiendo.
Hacia el otro lado, hacia el salvaje oeste atlántico, se puede llegar a la Boca del Infierno, que en realidad es un enorme hueco en la costa abrupta por donde ruge el mar. Y mucho más allá se encuentran las playas de los surferos, como la del Guincho.
El paseo hacia Estoril
A tan solo 2 kilómetros del centro de Cascais se encuentra Estoril, unidas por un paseo marítimo salteado de antiguas fortalezas y mansiones que ahora se han dejado intercalar por hoteles y apartamentos en una especie de democratización vacacional.
Podríamos decir que la zona de Cascais-Estoril era a Portugal lo que Biarritz y San Juan de Luz al Cantábrico francés, el refugio vacacional de la aristocracia y alta burguesía cuando el turismo empezó a ponerse de moda. Solo que en Estoril hubo unos cuantos que no solo pasaron unos días de verano, sino que venían a empadronarse huyendo de sus países de origen. Es el caso del dictador cubano Batista, del último rey de Italia, el penúltimo rey de Rumanía o hasta la familia real española, que intentaba recuperar su trono durante la dictadura enviando telegramas desde Estoril.
De la época de esplendor de Estoril quedan chalets de lujo y mansiones, pero también un enorme casino que fue el más grande de Europa, y que en su día fue tal nido de espías, que sirvió de inspiración a Ian Fleming para escribir la primera novela de James Bond.
Pero si hay una edificación que da imagen a Estoril es el Forte Da Cruz. Una fortificación del siglo XVII construida por orden del Rey Felipe III de Portugal (que venía a ser el mismo que nuestro Felipe IV de España, en aquella época en que fuimos paisanos) y que formaba parte de las defensas de Lisboa.
El fuerte, que ahora lo mismo se utiliza para celebrar una boda que una reunión de los Caballeros de la Orden de Malta da su aspecto característico a la Playa de Tamariz, la principal y más concurrida de Estoril, que además cuenta con exclusivos restaurantes y eso que ahora se llama beach club y antes eran chiringuitos.
Lo dicho este rincón de Portugal lo tiene todo para un retiro frente al mar y una gran capital a unos pasos.