Volvamos al mapamundi: Malta es ese minúsculo país del Mediterráneo del que solo os acordáis cuando necesitáis desesperadamente 12 puntos en Eurovisión o una clasificación épica para la Eurocopa. Y sin embargo esta isla es un destino turístico perfecto cuando tienes una semana o menos para escaparte a algún lugar que tenga un poquito de todo: playa, cultura, fiesta…
Nosotros llegamos en avión directo desde Madrid, pero lo más impactante es llegar a La Valeta, la capital, por mar, como si llegaras a Desembarco del Rey (ha servido de escenario para Juego de Tronos) o como si fueras capitán de marina de alguna de las naciones que han pasado por allí: griegos, cartagineses, romanos, árabes, españoles, franceses, británicos… Vamos, casi cualquiera que tenía un par de barcos en el Mediterráneo llegaba y les conquistaba. Menos los turcos, ésos se pasaron días y días en lo que se conoce como el Gran Asedio de Malta y no hubo manera, porque lo impidieron los Caballeros de la Orden de Malta, un resquicio de las cruzadas que tuvo su sede en la isla durante 300 años y que marcaron la historia del país.
De todo eso ha quedado huella en La Valeta, su puerto, y las Tres Ciudades -se las llama así, sin complicaciones- que surgieron al otro lado de la bahía. Todas ellas forman el casco histórico y entre sus callejuelas empedradas visitamos imponentes edificios como la Catedral de San Juan, el Palacio del Gran Maestre, las murallas, los fuertes, las numerosas iglesias y los antiguos albergues que funcionaban como embajadas de las naciones más importantes.
Al otro lado de La Valeta, no muy lejos, está Saint Julian’s, la zona más moderna y turística, donde están la mayoría de los hoteles, el paseo marítimo, los restaurantes mirando al mar, los bares de moda, y los cientos de veinteañeros de toda Europa que engañaron a sus padres diciéndoles que en Malta se aprende mucho mejor inglés que en Irlanda, dónde va a parar, sin añadir el dato de que las noches de juerga se unen a los días de playa, y de las clases nadie se acuerda.
A no ser que queráis alquilar un coche o una moto, y por tanto renunciéis a beber una cerveza (no necesariamente de malta -el chiste era obligado) en cada puerto, nosotros recomendamos recorrer la isla en los buses turísticos que paran convenientemente en los lugares más interesantes. Sí, ya sé, los viajeros profesionales irían por su cuenta, descubriendo Malta a su ritmo sin el corsé de la industria turística, pero nosotros nos perderíamos en medio de la isla y no nos enteraríamos de nada, así que donde este un bus descapotable con una grabación que te lo cuenta todo, que se quite la aventura.
Gracias a los buses visitamos lugares como Marsaxlokk, un pueblo de pescadores lleno de barcas pintadas de colores vistosos, donde aún conservan la tradición fenicia de dibujar los ojos de Osiris para que les guarde durante la pesca. Es un lugar muy pintoresco y bucólico siempre que mantengas la vista y el objetivo de la cámara alejados de la central eléctrica.

Siguiendo nuestro tour por la costa visitamos otros lugares como la Blue Grotto -Gruta Azul-, solo accesible desde el mar tras un breve paseo en barca; la playa de Golden Bay, probablemente la mejor de la isla; o el pueblo turístico de Saint Paul’s Bay. Como véis yo también aprendí inglés en Malta.
En el centro de la isla hay dos ciudades cuyo origen se remonta a los asentamientos más antiguos de Malta y que son de visita obligada: Mdina y Rabat. La primera es la antigua capital y la segunda, el «suburbio» que se construyó a sus afueras sobre las catacumbas romanas. Nosotros íbamos de pasada pero acabamos dedicándoles bastante tiempo, sobre todo a Mdina que tras sus murallas esconde una ciudad anclada en el siglo XV y unas vistas de Malta que alcanzan de una orilla a otra .
Llegados a este punto, hay un dato importante a tener en cuenta para los que no hayan estudiado geografía de Malta: Este país consta de tres islas habitadas, la propia Malta, Gozo y la diminuta Comino. Es verdad que nosotros no llegamos a ir a Gozo, aunque se puede visitar fácilmente con los autobuses y ferris, pero sí que visitamos Comino. Hacer un chiste sobre su tamaño con este nombre resultaría muy obvio, pero es que se trata casi de un pequeño islote entre las islas mayores cuyo principal atractivo es la Laguna Azul, el Blue Lagoon para los aplicados estudiantes de Saint Julian’s. .
Si hubiéramos sido un poquito más organizados habríamos sabido que lo mejor para visitar la Laguna es ir en un ferri de línea regular muy temprano para evitar aglomeraciones. Sin embargo, nosotros optamos por una de las múltiples ofertas de excursión en barco que acabó siendo una patera repleta de viejas que pasaron la travesía intentando, sin conseguirlo, mantener sus cuerpos en equilibrio, su permanente seca y su comida dentro del estómago. Desde luego no era el agradable paseo que la publicidad prometía, pero fue el momento más hilarante de todo el viaje. Al llegar a la Laguna Azul pudimos descubrir, debajo de un montón de gente, un magnífico paisaje de aguas cristalinas que merece la pena visitar y darse un chapuzón en él, aunque para ello tengas que apartar a las multitudes. Cuidadosamente, eso sí, como caballeros, de Malta.