4 Razones para odiar los cruceros y aún así disfrutarlos

Yo confieso: he viajado en crucero. Y lo que es aún peor: me ha gustado.

Soy consciente de que los cruceros causan rechazo. Son el paradigma del turismo artificial, industrializado, programado. Es lo que los viajeros frecuentes y modernos nunca se atreverían a hacer, y mucho menos a comentarlo en un blog. Pero antes de que os rasguéis las vestiduras, permitidme que en mi defensa -o para mi escarnio público- explique algunas paradójicas razones por las que viajar en crucero no es tan malo como parece:

Falta de libertad

Te encierras voluntariamente en un armatoste y te dejas llevar, renunciando a tu libertad, en un viaje encorsetado con paradas fijas y horas de visita establecidas. No hay lugar para la improvisación mochilera, tienes que adaptarte o quedarte en tierra. Literalmente, si llegas tarde, el barco zarpa sin ti y te quedas en el muelle haciendo aspavientos como si despidieras al Titanic. Si además escoges las excursiones que te ofrece la compañía para visitar cada destino, es como si entregaras tu alma viajera a la empresa crucerista.

Pero por otro lado, qué cómodo es no pensar en cómo llegar al siguiente destino, sino llegar mientras duermes. Qué felicidad no tener que hacer y deshacer la mochila cada día. Y al fin y al cabo, las excursiones no son obligatorias, puedes perfectamente desembarcar en un puerto como un marine de permiso y dedicarte a recorrer durante horas y por ti mismo los lugares que te apetezcan. Unas veces aciertas, como cuando recorrimos Dubrovnik de arriba abajo por nuestra cuenta. Otras veces fallas, como cuando nos perdimos las ruinas de Éfeso por recorrer el bazar de falsificaciones de Esmirna. Pero ésa es parte de la gracia del libre albedrío, ya lo dice la biblia.

Viajar apresurado

Cuando supe que íbamos a ver 6 destinos en 6 días me acordé del chiste de Gila sobre los tours acelerados “-Que me hago pipí. -En Holanda, señora, en Holanda”. Además solo teníamos entre 6 y 8 horas para ver cada ciudad por lo que había que aprovechar el tiempo al máximo. Cada vez que el barco atracaba en un puerto, los pasajeros nos arremolinábamos en la cubierta de salida, esperando a que instalaran las pasarelas y abrieran las puertas de toriles, para salir corriendo como si la victoria de Pekín Express dependiera de ello. Y allá que íbamos en nuestra gymkhana particular, tachando en el mapa la lista de los monumentos más importantes y haciendo una foto en cada sitio, movidas todas, la rapidez es lo que tiene. Cuando visitamos Bari fue bastante razonable, cosa de principiantes, un paseo rápido, unos autorretratos con arte italiano al fondo, y hasta tuvimos tiempo de beber una Peroni en una terraza. Pero cuando desembarcamos en Estambul, aquello era inabarcable ¿Cómo puedes visitar una ciudad milenaria en unas horas? Es casi cinco veces más grande que Madrid, ¡está en dos continentes! Afortunadamente pudimos recurrir una vez más al comodín del autobús turístico: Una vuelta completa a la ciudad, tres monumentos, el gran bazar y de vuelta al barco ¿Que si nos gustó Estambul? Bonita, preciosa, difuminada por la velocidad, pero nos fuimos con la sensación de haberlo visto todo.

No es la mejor forma de conocer sitios, es verdad, pero qué satisfacción la de despertar cada día en una ciudad distinta, te acuestas en Grecia, te despiertas en Turquía. De qué otra manera podríamos visitar tantos lugares y tener un viaje tan completo en tan poco tiempo. Y sobre todo ¿a qué precio? Tengo entendido que hay excéntricos estadounidenses que viven permanentemente en cruceros del Caribe porque les sale más barato que una vivienda en Nueva York. Yo quiero ser así de mayor, rico, excéntrico y crucerista.

Puerto de Estambul, Turquía
Puerto de Estambul, Turquía

 

Viajar en Crucero engorda

Nuestro crucero contaba con su propio equipo de fotógrafos que retrataban a los pasajeros y exponían los resultados cada noche para el que quisiera comprar los recuerdos. Nuestra colección de fotos mostraba cruelmente el proceso de cómo se nos iban acrucerando el perfil y los carrillos a medida que pasaban los días. No compramos ninguna foto, por supuesto, pero hubiera pagado por conservar nuestras caras en el momento en que una amable señorita nos recibió en el barco con la frase mágica de “¿Saben ustedes que tienen todo incluido?” Nuestros ojos debieron iluminarse como los de los niños el día de Reyes. “¿Las bebidas también?”, “Sí, las bebidas también”. El crucero tenía buffet infinito para los desayunos y comidas, cenas de 5 platos, barra libre de pizzas a todas horas… ¡y 20 bares! Nada más y nada menos ¡20! Uno en la piscina, otro en el vestíbulo principal, otro en el casino, uno con música jazz en vivo, otro con música latina, otro en la pista de baile, otro en la discoteca… así hasta 20. Es verdad que la vida es más alegre cuando tienes todo incluido (esta frase la voy a bordar en un cojín), pero mantener el tipo así es imposible. El resultado fue de 5 kilos de más en tan solo una semana, pero mientras estábamos allí, antes de enfrentamos a la báscula, qué felices fuimos con tanto manjar.

 No eliges a tus compañeros de viaje

Una cosa es conocer gente interesante cuando viajas y otra es que te obliguen a viajar con un grupo de desconocidos. Nunca he sido muy fan de los viajes en grupos organizados y por eso me disgustaba tanto la expectativa de pasar una semana encerrado en un barco lleno de reliquias del imserso y acarameladas lunas de miel. Afortunadamente no era el caso, en el barco había de todo: veinteañeros desaforados dándolo todo en las discotecas, solteras intentando pegar la hebra en los bailes de salón, padres de familia escaqueándose de la susodicha en el casino, madres e hijas despreciándose en el spa, niños dando la tabarra en las piscinas… Vamos, lo normal de cada hotel y de cada casa. Lo bueno es que el barco es tan, tan grande, casi como una ciudad, que no tienes que conocer ni soportar a nadie durante mucho tiempo, es más, hasta te entretienes observándoles cuál documental de fauna salvaje. Aún así hicimos algunas amistades efímeras, pero de los más de 3000 habitantes a bordo no cruzamos palabras con más de 20, y la mayoría eran camareros. Otra cerveza, por favor.

En resumen, qué malo es viajar en crucero, a ver cuándo volvemos.

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