Me vais a perdonar, pero a mí los conceptos «día de playa» y «Mar Cantábrico» siempre me han parecido antagónicos. No me entendáis mal, sé que en la costa cantábrica hay playas preciosas, pero lo sé por verlas en las noticias junto a titulares del tipo «Alerta por fenómenos costeros», «Nieve en La Concha » o «Ha salido el sol en Lugo». Con estas referencias, como comprenderéis, no le viene uno a la cabeza la imagen de sol, playa y chiringuito tan extendida y apetecible.
Sin embargo este verano, huyendo del calor de Madrid y la superpoblación mediterránea, nos hemos aventurado a un minitour playero por el corazón mismo del Mar Cantábrico, lo que viene siendo el fondo del Golfo de Vizcaya que ahora, atención, se denomina Eurociduad Vasca Bayona-San Sebastián.
Parece que la fraternización europea ha contribuido a crear nuevas entidades político-económico-culturales que agrupan lugares pertenecientes a distintos países, y en este caso, como su propio nombre indica, se engloban las poblaciones de la costa vasca, francesa y española, entre ambas localidades. ¿Por qué? Pues porque ya forman una continuidad urbana propiciada por el turismo y conviene organizarla un poco. Esto significa, queridos viajeros, que uno de los primeros y futuros eurodistritos podría ser una súperciudad de playa movida por el turismo ¿Cómo os quedáis?
Una de las ventajas de estos acuerdos es que las ciudades y pueblos, y sus respectivas playas, son fácilmente accesibles por carretera y tren para viajeros como nosotros en calidad de mochileros.
San Sebastián
San Sebastían es la localidad más grande y accesible de la zona, por lo que es el lugar más apropiado para empezar y/o terminar el tour. Además es la joya del Cantábrico y está, ahí, ahí, disputándose con Granada, Cáceres y alguna más, el título de ciudad más bonita de España.
Para crear esa estampa cuenta con sus edificios modernistas a lo Belle Epoque, su río con su ribera, y su marco de colinas verdes, pero también tiene como uno de sus principales atractivos sus playas. En concreto, La Concha, además de fama internacional y chistes argentinos, tiene unas vistas de cuadro desde cualquiera de sus perspectivas. No hay manera de verle un rincón feo, cuando estás en la arena admiras la bahía con los montes Igueldo y Urgull y la isla de Santa Clara, y cuando estás en el agua admiras los hoteles y palacetes de la costa, incluido el Palacio Real de Miramar. Desde el palacio hasta el Peine del Viento, por cierto, la playa pasa a llamarse Ondarreta, aunque para los foráneos ignorantes, como nosotros, todo es Concha.
Tengo que reconocer que nuestras horas de playa estuvieron limitadas por los pinchos (pintxos, que también sabemos idiomas) en los bares de la parte vieja, porque uno en realidad no va a San Sebastián a tomar el sol, sino a comer o participar en algún festival. Hay que atravesar los callejones de pincho en pincho y cruzar el río Urumea, intentando ignorar los teatros y hoteles de reinas, para atisbar detrás de la mole del Kursaal, la playa de Zurriola, tomada por los surfistas y los amantes de los revolcones de mar en general.
Biarritz
A poco más de una hora de San Sebastián se encuentra la edición premium de los pueblos costeros, la sala VIP de la costa cantábrica. En Biarritz no hay chiringuitos sino casinos, y en lugar de los típicos apartamentos «sol y playa» tiene palacios imperiales convertidos en hoteles. No hace tanto que la nobleza y realeza de toda Europa venía a pasar los veranos a este rincón del golfo, y a su paso dejaron palacetes y casas señoriales que bordean la costa. Hoy en día sigue siendo un pueblo de unos 25.000 habitantes, pero los veranos siguen atrayendo a las clases altas en bañador.
Y si van, será por algo. Además de buen clima (dentro de lo que cabe), Biarritz tiene cuatro estupendas playas adornadas por roques y salientes, que crean un paisaje idílico, como para comentar cuando estés de vuelta en tu corte imperial de origen.
La Grand Plage, frente al Casino y en el centro del pueblo/ciudad, es el lugar donde ver y dejarse ver. Tras el asombroso Hôtel du Palais y hasta el icónico faro se extiende la playa de Miramar, donde es más probable que se pueda uno bañar sin correr riesgos cantábricos. Hacia el sur se encuentra, casi escondida entre rocas, la pequeña playa del puerto viejo, junto al propio puerto de pescadores que, como no, ahora lo ocupan restaurantes de moda. Más allá, la enorme y peligrosa playa de la Côte des Basques, solo apta para surfistas y vascos, como su propio nombre indica.
Con un poco de suerte, habrá algún rincón de todas esas playas en el que los socorristas te permitan bañarte, porque entre que no hay bahía propiamente dicha ni diques de protección, y que los roques frente a la playa crean difíciles corrientes y remolinos, los más fácil es que por los altavoces se anuncie que la playa está fermé, y solo te quede tostarte al sol o tomarte algo elegantemente.
San Juan de Luz
Hay un línea de tren que en apenas quince minutos te lleva desde Biarritz hasta la pequeña estación de San Juan de Luz. Tras la estación, lo que hay es un pintoresco pueblo de callejuelas y casas típicas, con tejados a dos aguas, paredes blancas y ventanas rojas… Como una ciudad de cuento que en verano es asaltada por los turistas.
Saint Jean de Luz viene a ser la Biarritz modesta, sin excentricidades. También comenzó como balneario en la época en la que se inició el turismo por recomendación médica. De esos tiempos han quedado los balnearios que ahora son hoteles y centros de talasoterapia (lo que son los tiempos), un paseo/mirador comercial bajo el nombre de La Pérgola, y los edificios de piedra frente al mar, muchos con su propia pasarela hasta la Gran playa, que ahora se alquilan por habitaciones.
La bahía está protegida por diques, y se extiende hasta un pequeño faro en la colina de Santa Bárbara. Merece la pena levantarse de la arena e ir hasta allí para admirar las vistas que incluyen, en el otro extremo de la bahía, el fuerte de Sokoa. Del otro lado, interrumpe la playa un pequeño puerto pesquero en la desembocadura del río que también merece un cuadro o una foto, lo que os venga mejor en ese momento.
Hendaya
Somos europeos, ya no hace falta parar en la frontera, pero no queríamos terminar el tour sin echarle un rápido vistazo a Hendaya, que además de frontera, tiene playa, y es enorme, y está flanqueada a un lado por un castillo, y al otro por la desembocadura del Bidasoa.
Solo nos dio tiempo a una caña con vistas antes de coger el Euskotren hasta San Sebastián, pero ahí la tenéis, en pleno vértice del Golfo de Vizcaya, completamente abierta a la furia del mar para delicia de los deportistas de olas. Otra sorpresa más de las playas de esta esquina del Cantábrico.