Alcatraz y Puente Golden Gate

Visita y fuga de Alcatraz

Puede que la imagen y monumento más representativo de San Francisco sea ese puente pintado de naranja internacional que lo mismo sirve para rodar el fin del mundo que para anunciar seguros, pero la verdadera estrella turística de San Francisco es un peñasco en medio de la bahía que ellos llaman simplemente La Roca y nosotros conocemos como Alcatraz.

Para ser sinceros, ahora no es más que la Disneylandia del sistema penitenciario, pero hace un tiempo era un nombre que provocaba escalofríos. Fue un fuerte de defensa en los orígenes de la historia de San Francisco, una prisión militar durante la guerra civil, y en sus últimos tiempos un lugar de protesta para los indios, pero su fama le viene de su época de prisión federal donde se enviaban a los criminales más «especiales». Y por especiales queremos decir peligrosos, famosos, conflictivos, o con tendencia a la fuga. En palabras de uno de los reclusos «Si te portabas mal en la calle te mandaban a la cárcel y si te portabas mal en la cárcel te mandaban a Alcatraz».

El viaje a Alcatraz

Cada media hora sale un ferri desde el Pier 33 del embarcadero de San Francisco con dirección a Alcatraz, pero esta frecuencia no quiere decir que sea fácil ir. Hay que comprar la entrada con antelación por ejemplo en esta página, y si queréis ir en fin de semana, con bastante antelación. Nosotros fuimos en nuestro último día en la ciudad, casi in extremis.

Vistas de San Francisco desde AlcatrazLo que encontraréis en el Pier 33 es una larga cola para subir al ferri, una vez registrados e identificados. Para amenizar la espera hay varios carteles informativos acerca de los habitantes de Alcatraz, no solo los presos, sino los funcionarios y sus familias y hasta la fauna y flora que sobrevive en La Roca.

Tras la espera, el viaje en sí no dura más de veinte minutos en los que, si tenéis suerte con el tiempo, obtendréis algunas de las mejores vistas de San Francisco y la bahía. Y si no, siempre podéis mirar el mar, comprobar las fuertes corrientes e imaginar lo heladas que están las aguas para convenceros que escapar a nado de la roca no es tan fácil como habías pensado en un principio.

La Roca

Nada más bajar del ferri, una funcionaria vestida como el guardabosques del oso Yogui nos advirtió que nos encontrábamos en un parque nacional que se rige por leyes federales y que se toman en serio cualquier incumplimiento de las normas o cualquier mochila perdida. Supongo que el tono era para ponernos en ambiente carcelario.

Isla de AlcatrazEl islote es un espacio mínimo de apenas 7 hectáreas, con unos cuantos edificios y ruinas repartidos aquí y allá. El primero que encontramos al llegar es el edificio 64, que a pesar de su nombre fue el primero construido para alojamiento de militares, más tarde funcionarios, y finalmente los indios que lo ocuparon como protesta y dejaron un emblemático graffitti de «Indians Welcome». Hoy es un museo y sala de proyecciones.

Hay otros edificios, algunos en ruinas como el club de oficiales y la casa del alcaide, y alguno en pie como el taller industrial que ahora acoge muestras de fotografías. También destacan el faro de Alcatraz, el depósito de agua con más pintadas de la ocupación india e incluso una morgue rudimentaria.

No digo que no tengan su interés, pero mi recomendación es que dejéis todo esto para el final y os centréis en el punto principal: la prisión.

La prisión de Alcatraz

Entramos al edificio de la prisión por el mismo lugar por donde lo hacían los presos, solo que ahora, en lugar de registrarte hasta el alma y pasarte por la ducha común, te dan una audioguía para que recorras tú mismo las estancias de la prisión. Celdas de AlcatrazLa audioguía, por cierto, es el no va más en su género, de hecho lucen con orgullo su premio a la mejor audioguía del mundo, que no sé muy bien quien lo concede (¿La academia de las artes y las audioguías?).

Para usarla no hay necesidad de ir pulsando botones, sino que te van dirigiendo por todas las estancias mediante un narrador, testimonios de presos y funcionarios, e incluso recreaciones teatralizadas de algunas escenas. Es por eso que el aspecto habitual de la galería de celdas es el de un batiburrillo de turistas ensimismados con sus cascos como si fueran adolescentes a la salida del instituto.

¿Y qué hay que ver? Pues las celdas repartidas en galerías con nombres tan irónicos como Broadway o Madison Avenue, una galería apartada para los presos más traviesos con celdas de aislamiento, la galería de armas situada en alto para que los guardias pudieran disparar en caso de motín. En un salón adyacente están el comedor y las cocinas, el lugar más peligroso de la prisión (todos los presos sueltos con utensilios a mano, ya me dirás) por lo que incluía una instalación de aspersores de gas que nunca llegó a utilizarse; y por último está el patio tan característico que de un vistazo parece que estamos en una película.

La fuga de Alcatraz

Como a todos nos gusta el morbo, lo más interesante de la visita es conocer o imaginar los intentos de fuga que se vivieron en la prisión. No os preocupéis, la famosa audioguía y los carteles informativos os darán todo el detalle, desde cómo se fingieron cabezas humanas para despistar, cómo robaron la llave de la galería de armas, cómo alguno se disfrazó de guardia o cómo otros provocaron la sangrienta Batalla de Alcatraz.

Durante los 29 años de funcionamiento de la prisión, un total de 36 prisioneros intentaron escapar en 14 planes de fuga más o menos fallidos. De ellos, seis resultaron muertos por disparos, dos ahogados, y cinco «desaparecidos». A estos, las autoridades les dieron (y siguen dando) por muertos, porque dan por hecho que saltaron al mar y nadie puede sobrevivir a las frías y turbulentas aguas de la bahía, pero nunca se sabe. De algunos de ellos sus compañeros de celdas sabían que estaban aprendiendo español para huir a Sudamérica, así que si llegan a leer esto: enhorabuena, tiene su mérito.

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