La historia de la literatura y el cine no solo se inspira en grandiosos destinos para sus obras, también los medios de transporte han protagonizado grandes éxitos. Entre ellos, uno de los más emblemáticos es el famoso Orient Express, un tren que se ha hecho más famoso por su novelesco asesinato que por su característica principal: la mayor línea de tren de Europa.
La historia del Orient Express
El lujoso Expreso de Oriente nació en 1883 con la intención de unir el oriente y occidente de la vieja Europa al estilo de las grandes líneas de ferrocarril que conquistaban el Oeste americano.
Era un tren de lujo con restaurante, coches-cama, y todo lo que se le pudiera pedir a un hotel sobre raíles para transportar a la alta burguesía, aristocracia y realeza europeas, que empezaban a disfrutar de eso que hoy llamamos turismo.
La primera línea del Orient Express unía París con Estambul, que entonces aún era Constantinopla -fijaos si es antiguo- solo que aún no existían vías para todo el recorrido. El viaje incluía un crucero por el Danubio y otro por el Mar Negro, hasta que fue posible realizar todo el trayecto en tren.
Digo la primera porque hubo hasta cinco líneas, algunas coincidentes en el tiempo, con distintos recorridos según las necesidades del momento y las vicisitudes históricas. Entre todos los trayectos se cubrieron grandes ciudades europeas como Estrasburgo, Munich, Viena, Budapest, Bucarest, Belgrado, Zurich, Milán, Venecia, Sofía, e incluso uno de ellas finalizaba en Atenas.
El tren más famoso del mundo
El servicio fue interrumpido durante las Guerras Mundiales y se temió su cese definitivo a finales del siglo XX, cuando llegaron los trenes de alta velocidad y las low cost. Sin embargo, fue reactivado con más romanticismo que eficiencia, para trayectos reducidos y un largo viaje anual que vuelve a unir París y Estambul y para el que es difícil conseguir billetes.
Pero de entre todos los servicios del Orient Express que recorrieron Europa, tal vez el más emblemático, y desde luego el más largo, es el que embarcaba a los pasajeros en Londres y, tras atravesar en ferri el Canal de La Mancha en modo pre-eurotúnel, subían de nuevo al tren en Calais. Esta línea se denominaba el Simplon Orient Express porque también atravesaba el recién estrenado túnel Simplon que unía Suiza e Italia bajo los Alpes y permitía evitar a los alemanes en el difícil periodo de entreguerras.
Sobra decir que el Orient Express alcanzó una gran fama que dura hasta nuestro días, porque en su día fue la gran columna vertebral del ferrocarril europeo, porque fue el impulsor de grandes obras de ingeniería, y, sobre todo, por las continuadas referencias culturales.
Graham Green escribió la novela El expreso de oriente basada en el famoso tren; James Bond viajó en él en Desde Rusia con Amor de Ian Fleming; ha aparecido en películas, series, anuncios o incluso videojuegos. Pero sin duda el ejemplo que se mantiene en la memoria de todos es el famoso Asesinato en el Orient Express que escribió Agatha Christie.
La novela
Se sabe que Agatha Christie viajó en el Orient Express en 1928, y también que unos meses después de su viaje el tren quedó bloqueado durante seis días por una ventisca en alguna parte de Turquía. Un tren de lujo atrapado en la nieve con sus célebres viajeros encerrados en él, era sin duda una situación propicia para una de las historias de crímenes y misterio de la autora, pero aún faltaba la trama.
El disparador del argumento surgió algunos años más tarde, cuando tuvo lugar un turbio caso que afectó a la familia de otro viajero ilustre, Charles Lindbergh, el famoso aviador que cruzó por primera vez el Atlántico en un vuelo sin paradas, y que fue ampliamente recogido por la prensa británica. La oscura mente de Agatha Christie se inspiró en este suceso (que no desvelaré para los que aún no conozcan la historia) para construir a sus personajes y meterlos en ese tren que, en la ficción, queda atrapado en los Balcanes croatas.
El resto de la historia es común a la mayoría de las obras de Agatha Christie: un crimen, una víctima, un puñado de sospechosos y un detective, el engreído y cansino Hércules Poirot (siempre preferí a Miss Marple), encargado de resolver el misterio con su famosa perspicacia.
La novela apareció en 1934 en Gran Bretaña y poco después en Estados Unidos con el título inicial de Asesinato en el vagón Calais para evitar confusión con la novela de Green. El libro hizo las delicias de los lectores que pronto la encumbraron como una de las mejores obras de la escritora y con los años fue adaptada en varias ocasiones al cine y la televisión.
Asesinato en el Orient Express en el cine
Existen dos versiones cinematográficas de la película, una de los 70 y la que se acaba de estrenar:
Versión de 1974, Poirot llega al cine
Sidney Lumet dirigió la primera versión cinematográfica de la novela, y para ello contó con Albert Finney en el papel de Hércules Poirot, y un puñado de estrellas como sospechosos, entre los que se encontraban Anthony Perkins, Vanessa Redgrave, Sean Connery, Jaqueline Bisset, Lauren Bacall o Ingrid Bergman.
La película fue, como se dice en estos casos, un éxito de crítica y público, y la misma Agatha Christie, que andaba decepcionada con las adaptaciones previas de sus novelas, solo puso una pega: el bigote del Poirot cinematográfico no era lo suficientemente grande.
El film fue nominado a nueve premios BAFTA y seis premios Oscar, entre ellos el que ganó Ingrid Bergman como actriz de reparto.
Versión de 2017, el Orient Express de Kenneth Branagh
Casi a modo de homenaje de aquella película, Kenneth Branagh dirige y protagoniza una nueva versión acompañado de otro reparto de estrellas: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Willem Dafoe o Penélope Cruz en el papel que le dio el Oscar a la Bergman.
La película fue rodada casi íntegramente en unos estudios a las afueras de Londres, por lo que casi todos los paisajes y localizaciones que podemos ver son ficticias. Las imágenes del tren en movimiento son tomadas de un antiguo tren suizo, y los asombrosos paisajes montañosos que representan los Balcanes son en realidad montañas neozelandesas.
Eso sí, aunque las mayoría de las escenas transcurren, como no podía ser de otra manera, en el interior del tren, la película comienza con una introducción en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, un transbordo en barco por el Mediterráneo y una espectacular recreación de Estambul, la Constantinopla de entonces, en el momento de ver partir el tren hacia su turbulento viaje entre la Mezquita Azul o Santa Sofía.
La crítica
A estas alturas de la historia del crimen y el suspense, es de esperar que el Asesinato en el Orient Express, escrito en los años 30, resulte tan simplón como el túnel que atraviesa (tenía que hacer este chiste). Hay muchas escenas, sobre todo al comienzo, que resultan casi infantiles, como si estuviéramos viendo una parodia y no una versión seria.
Sin embargo, si aceptas la película como un homenaje a esa estructura típica de la novela policíaca que prácticamente inventó Agatha Christie, puedes meterte en la trama y conseguir que te entretenga tanto como el libro. Y en cuanto al final…. para el que no lo conozca, provocará la misma sorpresa y controversia que tuvo en su día.
Lo que sí tiene de bueno, igual que la adaptación del 74, es la oportunidad de ver a un gran reparto salvando a una galería de personajes cliché. De entre todos, yo destacaría a la nunca suficientemente valorada Michelle Pfeiffer; Kenneth Brannagh resulta tan irritante como el inspector novelesco; Johnny Depp da el mal rollo que debe dar, y aunque Penélope Cruz no ganará un Oscar por su intervención, lo hace bastante bien.
Y, sobre todo, la película nos permite (re)descubrir cómo era aquello de viajar en el vagón de primera del Orient Express. Aún no sabemos cómo funcionará en taquilla esta nueva versión, pero de ello dependerá que Kennet Branagh se embarque en nuevos casos y nuevos viajes encarnando a Hércules Poirot.