A menudo, cuando visitamos un destino turístico y leemos o escuchamos sus datos más relevantes, se suele colar una coletilla que rubrica la importancia del lugar: «y está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO». Es como el sello de calidad que certifica que aquello que hemos ido a ver es algo extraordinario que merece la visita, como la estrella michelín de los monumentos.
Pero no se trata de un mero reconocimiento, el título de Patrimonio de la Humanidad que otorga la UNESCO señala aquellos lugares que hay que proteger como las joyas de la abuela, que no se pueden empeñar porque tienen un valor simbólico y sentimental incalculable. Por eso su declaración incluye una serie de medidas para su conservación.
La humanidad tiene un patrimonio, qué patrimonio tiene la humanidad
Hace ahora 60 años, en 1959, el gobierno egipcio se embarcó en la construcción de la Presa de Asuán, una gran obra arquitectónica de indudables beneficios para el pueblo egipcio pero de expectativas catastróficas para algunos de sus grandes monumentos que se veían abocados a desaparecer bajo las aguas. La comunidad internacional auspiciada por la UNESCO acudió al rescate y como consecuencia hoy podemos ver templos egipcios repartidos por el mundo, como el de Debod en Madrid o el de Dendur en el Metropolitan de Nueva York.
Aquella iniciativa dio lugar a otros proyectos similares para salvar Venecia, algunas ruinas en Pakistán o un templo en Indonesia. Y es que los monumentos, por norma general, tienden a arruinarse con el tiempo, en el sentido artístico del término, pero también en el monetario.
En vista de que los rescates empezaban a hacerse costumbre, la UNESCO decidió que aquello había que oficializarlo y lanzó una iniciativa para catalogar y proteger los monumentos más importantes del mundo. Así, en 1972 tuvo lugar la convención en París para la protección del Patrimonio Mundial que estableció entre otras cosas que:
«Ciertos lugares de la Tierra con un “valor universal excepcional” pertenecen al patrimonio común de la humanidad».
Lo que quiere decir que todos somos responsables de su conservación, y que cuando visitas un impresionante castillo o un pintoresco casco histórico protegidos por la UNESCO, son un poco tuyos. Se lo puedes comentar al que te cobra la entrada. Y es que, como decía, lo de «patrimonio de la humanidad» no es solo un título para poner en los folletos turísticos, también incluye fondos para la conservación y protección de muchos de esos lugares o monumentos. Unos fondos que salen de los países miembros, que, como casi todos los fondos, salen de los impuestos de los ciudadanos, así que sí, efectivamente esos monumentos son un poco tuyos.
Patrimonio cultural y natural
Pero no solo de ruinas vive el Patrimonio de la Humanidad, también se creó una clasificación para patrimonios naturales, a pesar de que existen otro tipo de protecciones para estos espacios ¿Por qué? Podríamos creer que se debió a la preocupación de la UNESCO por preservar los entornos naturales, pero en los años 70 la conciencia ecológica estaba aún en pañales.
Lo que pasó fue que Estados Unidos se dio cuenta de que tenía muy pocos monumentos culturales a proteger en comparación con las milenarias culturas europeas, asiáticas y africanas, y propuso inventar el concepto de «monumento natural», que le venía mejor, y el resto de estados afortunadamente lo aprobó ¿Os he dicho que Estados Unidos era el principal financiador de la UNESCO? ¿Coincidencia? De hecho una de las primeras inscripciones en la lista de patrimonios de la humanidad fue el Parque Yellowstone, junto, por ejemplo, las Islas Galápagos.
De aquella primera lista de 1978 sorprende su escasez, solo incluía 8 patrimonios culturales y 4 naturales, pero también su contenido: además de los parajes mencionados, fueron elegidas para inaugurar el Patrimonio de la Humanidad, las ciudades de Quito y Cracovia o la catedral de Aquisgrán. Habría que esperar al año siguiente para ver en la lista lugares tan relevantes como las pirámides y tumbas de Egipto, las ruinas de Persépolis, el Palacio de Versalles, la ciudad de Dubrovnik o el Gran Cañón del Colorado.
Cómo se elige el Patrimonio de la Humanidad
El sistema de elección de un lugar como patrimonio de la humanidad es como todo en la burocracia: complicado. Primero, las autoridades del país donde se encuentra tienen que incluirlo en una lista de inventario provisional, luego presentar una candidatura que es analizada por un organismo independiente en base a unos criterios definidos, unos para los culturales y otros para los naturales.
Si la candidatura es aprobada pasa al Comité del Patrimonio de la Humanidad, formado por representantes de 21 estados que varían cada año, y cuya composición se decide en la asamblea general de la UNESCO. Este comité vuelve a decidir en base a criterios objetivos, y oscuras intenciones geopolíticas, qué lugares pasan a ser finalmente agraciados con la distinción.
Actualmente hay 1092 lugares de 167 países declarados Patrimonio de la Humanidad, de los que la gran mayoría, 845, son culturales, frente a los 209 naturales y 38 mixtos. Como no podía ser menos, Italia lidera la lista, seguida de China y, a continuación, España.
El patrimonio en peligro
Pero ojo, la declaración de Patrimonio de la Humanidad no es para toda la vida, es algo que se puede revocar como los títulos de la Rey Juan Carlos, que se lo digan a los alemanes de Dresde que aprobaron la construcción de un puente en un paraje protegido y perdieron el certificado de Patrimonio de la Humanidad para El Valle del Elba.
Antes de que eso suceda, los lugares en riesgo integran una lista de «cuidado que te estamos vigilando para quitarte el título y el dinero», o lo que la UNESCO llama «Patrimonio de la Humanidad en peligro». Actualmente se encuentran en esa lista 54 lugares que en la mayoría de los casos pertenecen a zonas en conflicto, como las ruinas de Palmira o la ciudad de Damasco. La primera y más antigua en pertenecer a esa lista es la ciudad de Jerusalén, desde 1982, solo un año después de ser declarada Patrimonio de la Humanidad. La más reciente es la Catedral de Notre Dame de París.