Turín

Los tesoros de Turín

El problema de Turín, como el de tantas otras ciudades italianas, es la competencia. La ciudad de Turín en cualquier país americano sería la reina del mambo, pero en un país donde tienes que competir con Roma, Florencia o Venecia, es difícil destacar.

Y eso que tiene motivos de sobra, porque mucho antes de salir en las noticias por los pases y paseos de Cristiano Ronaldo, Turín fue la primera capital de la nueva Italia unificada, la sede de los reyes italianos, los Saboya, además de un centro de peregrinación religioso desde la Edad Media y, actualmente, la cuarta ciudad más grande de Italia y sede de grandes empresas como FIAT o Martini.

Por eso, lo bueno de Turín es que es una ciudad llena de tesoros en forma de palacios, plazas, calles y miradores, sin la presión turística de otras ciudades italianas.

Los palacios de Turín

La importancia de que Turín fuera capital de Italia reside en que en su día hubo una familia real que residió allí, y a toda familia real le acompaña una corte nobiliaria que -esas cosas que tienen- se dedican a construir palacios y palacetes fastuosos donde recibir a las visitas.

Palacio Madama de Turín

Entre ellos, el más antiguo es el Palazzo Madama, que recibe el nombre de la reina regente que se encargó de darle alegría y colorido al antiguo castillo medieval y convertirlo en un palacio renacentista. La mezcla resultante de ladrillo y torreones por un lado y mármoles barrocos por el otro es una de las imágenes más extravagantes y características de Turín.

Sin embargo, la principal atracción de la ciudad es el Palacio Real, creado a mayor gloria de la familia Saboya, que puede parecer discreto desde el exterior, pero es un monumento al lujo en todos sus salones de baile, de recepciones, del trono, alcobas y hasta escaleras. Todo lleno de cuadros, tapices y muebles dignos de museo. En una de sus alas se exhibe una extensa y atiborrada armería que podría servir de surtidor de atrezzo para cualquier serie o película de época.

Palacio Real de Turín

A pesar de la espectacularidad del salón del trono y la armería, el punto álgido de la visita al Palacio Real para muchos es la capilla. Y es que no es una capilla cualquiera, ojo, sino la fastuosa capilla destinada a guardar la supuesta sábana santa que cubrió el cuerpo de Jesucristo aquel par de días que estuvo muerto. Además, la capilla tiene la particularidad de unir el Palacio con la Catedral de Turín en una demostración arquitectónica de la antigua relación entre Estado e Iglesia: unidos, por una sábana.

En los años 90, la capilla sufrió un incendio terrible y lleva en obras desde entonces, por lo que la sábana santa se guarda en un escaparate temporal de la Catedral. En un escaparate, pero no a la vista, sino cubierta, que hay cosas que hay que dejar para las ocasiones especiales.

Las calles y plazas

El centro de Turín, allí donde tiene que empezar su visita todo buen turista, es la Piazza Castello, que recibe el nombre del Palacio/Castillo Madama, y es también el patio de entrada del Palacio Real, pero es además el punto de origen de tres de las principales calles de la ciudad. Vamos, las tres que tenéis que recorrer:

La Vía Garibaldi, la más antigua de la ciudad, está ahí desde los tiempos romanos, solo que ahora está llena de bares y cafeterías, y es la puerta de acceso a pintorescas callejuelas y buenos restaurantes.

Piazza San Carlo de Turín

La Vía Roma, amplia y paseable, es la calle del comercio de lujo, que lleva a través de bonitos edificios renacentistas hasta la Piazza de San Carlo, con sus dos iglesias gemelas.

Por último, la vía del Po es la del nombre más apropiado, porque a través de un paseo de soportales con puestos de libreros, te lleva hasta la enorme Piazza de Vittorio Venetto que, si no te entretienes en sus terrazas, te deja ver el Río Po.

Los miradores de Turín

Las vistas del río merecen la pena, en especial con el puente Vitorio Manuelle y la iglesia de la Gran Madre di Dio en la otra orilla, pero un poco más allá hay un mirador sobre el Monte dei Cappuccini con una vistas espléndidas de la ciudad.

Turín desde la Mole AntonellianaPero para mirador, el de la Mole Antonelliana. Una mole de edificio terminado en aguja que es considerado el símbolo de la ciudad y que por supuesto se puede visitar previo pago. En su interior se encuentra el museo italiano del cine, por motivos que aún se me escapan, y en su aguja, un mirador que permite ver los tejados de Turín hasta el infinito o hasta los Alpes, según por dónde mires.