Duomo de Milán

Tres cosas en Milán

Milán debe tener muchas cosas que ver, no lo sé. Solo sé que su tamaño y nuestra falta de preparación nos desbordó de tal manera que solo llegamos a ver los imprescindibles, pero al fin y al cabo era de lo que se trataba.

Veníamos de una ciudad tan coqueta y manejable como Turín que la enormidad de Milán, segunda ciudad de Italia, primera concentración metropolitana del país, nos pilló un poco descolocados, como para caminar 6 kilómetros de la estación de tren al hotel, así, por gusto. Afortunadamente tuvimos la brillante idea de sacar un billete de transportes de 48 horas que nos facilitó un poco la vida, pero aun así, solo vimos tres cosas en Milán. Repito: tres cosas, contadas, en dos días enteros. Allá van:

El Duomo de Milán

El Duomo es a Milán lo que San Pedro al Vaticano: prácticamente todo. La catedral, su plaza, y los edificios que la rodean son el meollo de la ciudad, lo que todo el mundo viene a ver y lo que nadie puede perderse si quiere decir que ha visto Milán. Al menos en eso no fallamos.

O sí. Si no eres previsor y reservas todo por internet, con prioritary pass incluido, te tocará pasar media mañana haciendo colas para comprar la entrada, para entrar a la catedral, para bajar a la cripta, o para subir a la terraza. Como siempre en estos casos, yo recomiendo la hora de la comida, porque la mayoría de turistas no perdonan el momento de la pizza y te deja vía libre.

Vistas desde la terraza del Duomo de MilánLa Catedral de Milán, por si no lo sabéis, es una de las iglesias más grandes del mundo y una de las grandes representantes del estilo Gótico. En su interior hay un puñado de obras de arte interesantes, empezando por un San Bartolomé desollado, pero si hay algo que merece la pena la visita es subir a la terraza.

Desde los tejados del Duomo, se pueden ver de cerca, al alcance de la mano, ese bosque de pináculos góticos que caracterizan la catedral, junto con los chapiteles y cresterías que seguro que estudiaste en Historia del Arte pero ya no te acuerdas. Coronando la catedral se encuentra la madonnina, una figura de bronce dorado de la virgen que es el símbolo de la ciudad.

Pero aparte de repasar conceptos básicos del arte, la visita a la azotea merece la pena por las vistas de la ciudad interminable, con sus rascacielos en la lejanía y sus edificios históricos rodeando la amplia plaza del Duomo.

Entre esos edificios destaca la Galería Vittorio Manuelle (y Anna Bellene), un monumento al lujo que bajo su elegante bóveda de cristal y hierro guarda algunos de los establecimientos más antiguos y caros de Milán y, de paso, conecta la Plaza del Duomo con otro edificio emblemático de la ciudad: el Teatro de la Scala.

El Castillo Sforza

No tan conocido, pero casi tan impresionante es el otro gran monumento de la ciudad: el Castillo Sforzesco, una fortaleza cuyos orígenes se remontan a la Edad Media y que está vinculada a la que fue la familia más poderosa de Milán, los Sforza.

Castillo SforzaFue uno de los castillos más lujosos de Europa que incluso albergó frescos de Da Vinci, pero tras las muchas vicisitudes batallas y ocupaciones que todo castillo que se precie debe tener, acabó por desocuparse.

Hoy en día alberga unos  setecientos museos -igual exagero un poco- que no tuvimos tiempo de ver, pero basta con admirar sus enormes patios, murallas, torreones, foso, y su característica torre del filarete con el escudo de los Sforza.

La torre y entrada principal del castillo miran hacia el centro de la ciudad de Milán, pero en su parte trasera, en el parque Sempione, se extienden amplios jardines, un lago, y el monumento del Arco de la Paz que también merece un vistazo.

Los canales de Navigli

Barrio de Navigli en MilánNo lo sabíamos hasta que nos lo dijo el recepcionista del hotel al vernos cara de perdidos: El mejor lugar para salir y tomar algo en Milán es Navigli.

¿Y qué es Navigli? Pues un barrio creado en torno a un sistema de canales artificiales construido para conectar Milán con el mar allá por la Edad Media. Aquella iniciativa, al principio rudimentaria, la mejoro un sistema de presas diseñado por el mismísimo Leonardo da Vinci.

Los canales funcionaron durante varios siglos fomentando el florecimiento industrial y comercial de Milán hasta que llegó el tren a aguarles la fiesta. Aunque la mayor parte de los canales fueron cubiertos en los años 30 del siglo XX, quedaron dos tramos descubiertos para alegría de los turistas que ahora podemos hacer pintorescas fotografías con su reflejo o incluso navegarlos.

Pero lo más interesante está en sus riveras: donde antes había viejos almacenes, ahora han sido ocupadas por bares y restaurantes a cual más apetecible, lo mejor para pasar todo el tiempo que deberías estar haciendo turismo por Milán.