Calas Macarella y Macarelleta en Menorca

Los azules imposibles de Menorca

El Consejo Insular de Menorca tiene a sueldo un misterioso grupo de alquimistas que dedican su vida a inventar exóticos e imposibles tonos de azul con los que colorear las costas de la isla. Tiene que ser eso. Imagino que cada mañana antes de que amanezca – y amanece muy pronto en Menorca- una cuadrilla de operarios recorre todas las calas, playas y bahías vertiendo en el mar cantidades dispares de «Azules de Menorca» (el nombre comercial lo he puesto yo) para conseguir tonos de mentira que encandilan a los visitantes y hacen palidecer, literal y figuradamente, los filtros de Instagram.

El pasado fin de semana tuve la oportunidad de descubrir Menorca, una isla que se cotiza al alza por la escasa turistificación en comparación con sus colegas de archipiélago, y aún llevo los colores marcados en las lentillas. Qué paisajes, qué playas, qué agua.

La Ciudadela de Menorca

Nos alojamos en La Ciudadela, en el extremo occidental de la isla, que tiene un encanto a medio camino entre el pintoresco pueblo costero y la gran ciudad en decadencia. Porque la Ciudadela fue en su día la capital de Menorca, y una capital en una isla del Mediterráneo, no es cualquier cosa.

Puerto de la Ciudadela de MenorcaPor allí pasaron a comerciar fenicios y griegos, la fundaron como ciudad los cartagineses, la romanizaron los romanos (es lo suyo), la conquistaron los vándalos y los árabes, y la reconquistó Alfonso III de Aragón, manteniendo su capitalidad hasta que llegaron los británicos y se la otorgaron a Mahón.

Por describirla pronto y mal, la Ciudadela de Menorca se caracteriza por su larga y estrecha entrada de mar que hace de puerto para las embarcaciones de recreo, de paseo para los habitantes y de zona de festejos cuando toca.

Tras el puerto se extiende un entramado de callejuelas empedradas salpicado por caserones antiguos, palacetes, algunas plazas ilustres como la Plaça Nova, o calles características como las arcadas de ses Voltes. En uno de esos recodos se topa uno con la Catedral de Menorca, de estilo gótico construida sobre la antigua mezquita.

Dando entrada a ese casco antiguo está la Plaza del Borne, que hace de centro de la ciudad, presidida por un obelisco que conmemora un ataque turco en 1558 (cosas más raras se conmemoran por ahí). Aquí se encuentra el edificio del Ayuntamiento (también oficina de turismo, os lo comento por si queréis un mapa) construido sobre la antigua muralla de la ciudad en un estilo indefinido que queda muy bien en las fotos desde el puerto.

La costa de Menorca

La Ciudadela tiene mucho encanto, pero había que salir de allí para ver el verdadero tesoro de Menorca. De buena mañana (¿Os he dicho que amanece pronto en Menorca?) subimos a bordo de un barco para recorrer y disfrutar de algunas de las espectaculares calas de Menorca.

El viaje no tiene desperdicio: al salir del puerto se pasa entre el faro de la Ciudadela y el antiguo Castillo de San Nicolás, una pequeña fortaleza del siglo XVIII, y al fondo, en el horizonte, se dibuja la silueta de Mallorca. Sugerente ¿verdad? Pues así es toda la costa de Menorca, como si estuviera esperando a que vinieran a pintarla.

Doblando el cabo Dartrux, también con su correspondiente faro, entramos en una zona protegida sin edificaciones, en la que el único rastro humano es el Camí de Cavalls, un sendero de 185 kilómetros que rodea la isla entera.

Cala de MenorcaLa costa llama la atención en cualquier punto, pero de vez en cuando entre las rocas, se abren espacios que dan lugar a las playas de Son Saura o las calas de Es Talaier, Turqueta, Macarella y Macarelleta. Pequeñas, recogidas, con apenas un puñado de bañistas y no necesariamente vestidos. Habría que contrastar como cambia el paisaje en temporada alta.

Y luego está lo del azul, que parece pintado. Aunque los que creen en la ciencia dicen que se debe a una tal Posidonia Oceánica, un alga que no tiene otra cosa mejor que hacer que colorear el Mediterráneo. El caso es que entre el agua, las algas, las arenas o los pintores, se dibujan unos paisajes magníficos.

Yo me bañé, y aún con incredulidad, diré que efectivamente el agua es incolora y el azul no se te pega al cuerpo.

Un vistazo a Mahón

Apenas tuvimos tiempo de pasar medio día en Mahón, también una ciudad con historia que recibe su nombre de Magón, el hermano cartaginés de Aníbal. En 1708, aprovechando la Guerra de Sucesión española, los británicos conquistaron Menorca y establecieron allí la capital, porque consideraron que su bahía podría ser el mejor puerto natural del Mediterráneo.

Puerto de Mahón en MenorcaLa bahía de Mahón es en efecto una larga sucesión de embarcaderos y amarres para todo tipo de embarcaciones desde cargueros, ferris y cruceros, a una gran variedad de yates y barcos turísticos. En la ribera se suceden los bares y restaurantes sirviendo mariscos, arroces y platos típicos menorquines, y en el agua, tres islas marcan el paisaje.

La apertura de la bahía, o lo que es lo mismo, la entrada a Mahón, está protegida por un par de fortalezas, la de La Mola y la de San Felipe. Y aquí, justo aquí, se encuentra el punto más oriental de España. Lo que significa, ni más ni menos, que es el primer lugar en que amanece cada día. Os lo dije.