Una amenaza en forma de supervillano microscópico se cierne sobre la industria turística mundial: Restricción de fronteras, cancelación de vuelos, suspensión de eventos, y sobre todo miedo, mucho miedo. Son muchos los factores desencadenados que se confabulan para conseguir que viajar en 2020 (y veremos hasta cuando) no sea lo mismo que antes.
El contexto del coronavirus
Mucha suerte has tenido que tener en tu desconexión del mundanal ruido para no saber de qué hablamos, pero vamos a recapitular: Al culpable de la situación se le ha bautizado oficialmente como covid-19. Covid, para evitar seguir estigmatizando la población de Wuhan donde surgió el virus (un poco tarde para eso) y porque le da un nombre en clave como de organización terrorista muy apropiado; y 19 porque apareció a finales del año pasado en uno de esos mercadillos asiáticos que a todos nos parecen exóticos y encantadores hasta que desencadenan una pandemia.
En el resto del mundo aún éramos inocentes y despreocupados y creíamos que un coronavirus era un escándalo más de la monarquía británica, hasta que a principios de enero, el día 11, se confirmó la primera muerte. A partir de entonces comenzó a extenderse y con ello se elevó la preocupación de las autoridades chinas e internacionales, y de los ciudadanos de a pie que somos muy de preocuparnos.
Las cifras las conocéis, porque todos los medios llevan un recuento de infectados, fallecidos y recuperados dentro y fuera de China. De lo que no hay tantos datos es sobre la epidemia del miedo, aunque sí algunas indicaciones.
¿Cómo está afectando la crisis del coronavirus al turismo?
Recordemos que el virus en sí no está causando estragos, porque aunque cada vez hay mayor número de afectados, es aún un porcentaje muy reducido de la población que no alcanza, ni de lejos, el número de enfermos o ratio de fallecidos de la gripe común. Es el miedo al contagio, entre lo conveniente y lo desproporcionado, lo que provoca una serie de consecuencias terribles para el turismo. Vamos por partes:
La restricción en las fronteras:
China, en un intento desesperado por contener el virus, ha ido cerrando poco a poco las provincias más afectadas para impedir la entrada o salida de millones ciudadanos. Menudos son los chinos. A esta medida drástica, se han añadido las de otros países que han restringido el movimiento, a pesar de que no ha sido recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Rusia y Mongolia han cerrado sus fronteras con China y países como Estados Unidos, Corea del Sur o Australia impiden la entrada en su territorio a cualquier viajero que haya pasado por China en los 14 días anteriores, independientemente de la zona de China.
Los medios de transporte:
Todas las grandes aerolíneas mundiales desde British Airways a Delta, pasando por Air France, Lufthansa o Iberia, han cancelado o restringido sus vuelos a China temporalmente, basándose en diferentes razones que no han sido avaladas por la OMS:
- La prohibición directa de suspender los vuelos entre China y otros países como es el caso de Italia o Rusia.
- La recomendación de las autoridades de su país de origen como es el caso de Air Canada o British Airways.
- El descenso de demanda de vuelos por el propio miedo de los usuarios, como ha argumentado United Airlines para sus conexiones con China y otros destinos.
- El miedo de las propias aerolíneas a exponer a sus trabajadores al virus, o el miedo, aún mayor, de toparse un día con la noticia de que uno de sus aviones se encuentra «secuestrado» en cuarentena en un aeropuerto chino.
Pero es que además, las imágenes tan repetidas de pasajeros con mascarillas en aeropuertos y aviones que conectan destinos a miles de kilómetros de China, provocan que el miedo a volar ya no se limite a que se caiga el avión, sino a que te estornude el vecino de asiento.
Tras las aerolíneas, que son las más afectadas, hemos visto como la imagen de los cruceros ha caído en picado por las noticias de los últimos días:
- Un crucero puesto en cuarentena en el puerto de Yokohama, en Japón, donde cada día aumenta el número de infectados, porque claro, están encerrados todos juntos y la tripulación les sigue atendiendo.
- Otro crucero retenido en Hong Kong durante cinco días a pesar de que no había ningún enfermo a bordo, solo la sospecha de que la tripulación pudiera haber sido infectada en un viaje anterior.
- El crucero de Holland America que vaga por el sudeste asiático sin que ningún puerto quiera aceptarlo, a pesar de que no hay ningún enfermo a bordo.
Los destinos turísticos:
China es una potencia turística que en los últimos años ha doblado el peso del turismo en su PIB y se sitúa, al menos hasta este año, el puesto número 4 de los países más visitados del mundo. Es además el segundo país con más destinos Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, todos ellos se encuentran cerrados al público para evitar las grandes aglomeraciones. Esto, sumado a las restricciones de las líneas aéreas ha hecho desplomarse la industria turística china, no solo ahora, sino de cara a las reservas de todo el año, y está por ver cómo afectará el virus a su imagen de cara al futuro.
Pero China no es solo receptora de turistas, gracias su gran población y al crecimiento de su clase media, ya es el primer emisor de turistas al mundo. Por ejemplo, solo en 2019 visitaron España 869.000 turistas chinos, que además gastaron mucho más que los turistas de cualquier otra nacionalidad. Estas cifras, claro, ya no se podrán repetir este año.
No solo China como país está en peligro, sino todo lo que suene a chino. Lo estamos viendo en el distrito de Usera de Madrid, pero también en el Chinatown por antonomasia, en San Francisco, o el icónico Chinatown neoyorquino. Dos importantes atractivos turísticos que están sufriendo el cierre de tiendas y restaurantes por falta de afluencia de turistas y clientes.
Los grandes eventos:
¿Ha habido alguna advertencia de la OMS contra los grandes eventos fuera de China? No. Y sin embargo hemos visto como una veintena de grandes empresas se han retirado del Mobile World Congress de Barcelona, obligando a cancelarlo.
Es importante decirlo así para que no quede en la confusión: el congreso no se ha cancelado por el coronavirus, sino por el miedo. Un miedo de momento desproporcionado, puesto que no hay en toda la península ibérica ni un solo afectado, todos los casos fuera de china están siendo rastreados y el sistema sanitario europeo está fuera de duda.
El miedo además, es tan ilógico, que las mismas empresas que han cancelado su presencia en Barcelona, sí participan en otros eventos en, por ejemplo, Singapur, donde hay más de 70 casos de infección (aunque no fallecidos, como había indicado erróneamente en una versión previa de este artículo).
Los hoteles:
¿Qué pasa con todas esas reservas hoteleras que se cancelan desde Barcelona a la China Popular? ¿Y todas las reservas que dejarán de hacerse mientras dure la crisis por el hecho de que los viajeros tienen miedo a interactuar con desconocidos?
Y todo lo demás:
El turismo, como todo en este mundo, no es una industria aislada. La sola reducción de vuelos de las aerolíneas con respecto a sus previsiones afectan al precio del petróleo, y este a la bolsa, y esto afecta a todo. Igual que las compañías de seguros, que llevan un mes temblando, no solo por el desembolso médico para afectados, sino por los seguros de cancelación por fuerza mayor.
Por no hablar de los parones en la producción de la fábrica del mundo que ya empiezan a afectar a las industrias tecnológica, textil o automovilística mundial. Todo esto es solo para recordar que si la economía cae, el turismo y los viajes también, y lloverá sobre mojado.
El virus del miedo
Las epidemias tienen un punto apocalíptico al que es difícil resistirse, si a eso le sumamos el conspiranoico que todos llevamos dentro y el ventilador de mierda, con perdón, que son las redes sociales, tenemos el perfecto caldo de cultivo (nunca mejor dicho) para que cunda el pánico. Y el pánico, ya lo sabemos, casi nunca es bueno para nada.
De todo esto, al menos, aprendemos o confirmamos algunas enseñanzas:
- El turismo, como sector frívolo que es, es frágil.
- Si queremos ayudar al planeta y reducir el turismo, basta con un susto.
- El miedo es libre, pero la estupidez también.
- A la OMS no le hacen caso ni en su casa.
No parece que el Covid-19 vaya a ser la pandemia que se lleve a la humanidad por delante y que los científicos llevan tiempo profetizando, pero es un buen ensayo para saber que cuando llegue, va a ser más dañina nuestra reacción que el propio virus.