El fin del turismo

El fin del turismo

El turismo se va a acabar. Parece mentira con todo lo que da de sí, pero antes o después asistiremos al fin del turismo tal y como lo conocemos. Atentos a sus pantallas, en unas décadas hacer turismo estará mal visto o prohibido, o prohibitivo.

No podéis decir que os pilla de sorpresa, porque ya son muchos los avisos que estamos recibiendo. Aquí van solo algunos ejemplos recientes:

  • La famosa playa de las islas Phi Phi de Tailandia, que ya contamos que destruyó primero Leo DiCaprio (es un decir, con lo ecologista que es él) y luego el turismo de masas que le siguió, ha acabado por cerrar para intentar salvarla in extremis.
  • Venecia, que también muere poco a poco por turismo, ha puesto tornos en sus accesos por tierra para contar y limitar el número de turistas diarios, lo que le da una mayor imagen de parque de atracciones que era lo que precisamente querían evitar sus cada vez más escasos habitantes.
  • Turismo en la Torre EiffelEl principal destino turístico del mundo, París, ya debate el desafío de mantener el buen funcionamiento de una gran capital europea con una invasión sistemática de millones de foráneos que, dicho sea de paso, generan en el conjunto del país, 3 millones de puestos de trabajo y el 10% de sus riqueza.
  • La pequeña joya que es Dubrovnik sufre una avalancha de turistas diarios que ha acabado por preocupar a la UNESCO. Ante la alerta de la destrucción de su patrimonio histórico, se ha tomado la decisión de limitar la llegada de cruceros a dos al día. Ojo, dos al día, que ya son entre 6.000 y 8.000 personas cada día, entre 12.000 y 16.000 pies desgastando con su chanclas las viejas piedras de una ciudad de apenas 40.000 habitantes.
  • Lo que nos pilla más cerca: las protestas vecinales contra la sobreexplotación turística ya no son nada extraño en Barcelona o Palma de Mallorca, e incluso en Madrid donde se ha pasado de ansiar a los turistas que pasaban de largo hacia las playas, a tener un problema serio con la proliferación de viviendas vacacionales como setas.

Las consecuencias del turismo de masas

Bali, Bahamas, México, Filipinas… Son otros ejemplos de lugares donde tendrán que tomar medidas con urgencia para contrarrestar los efectos del turismo de masas, que aunque algunos son muy específicos, en general suelen tener el mismo aspecto. El Manifiesto de las ciudades del Sur de Europa frente a la Turistificación resume los efectos de la sobreexplotación turística en estos:

  • Precarización y reducción del derecho a la vivienda.
  • Encarecimiento y transformación del comercio local.
  • Masificación de calles y plazas que dificulta la vida cotidiana y el descanso.
  • Saturación de la red pública de transporte.
  • Uso desmesurado y ampliación constante de infraestructuras que desfiguran el territorio a un alto coste.
  • Especialización o monopolización de la economía de la ciudad en el sector turístico.
  • Precarización de las condiciones laborales.
  • Banalización de los entornos con la mercantilización del patrimonio urbano y la eliminación de usos pesqueros y agrarios.
  • Alta generación de contaminación y residuos.

En resumen, la explotación turística es ya un enemigo de las asociaciones vecinales, los sindicatos, los empresarios tradicionales, y de la conciencia ecológica y, aunque las tintas se cargan contra los empresarios y autoridades responsables, al final los culpables somos los turistas.

El propio adjetivo «turístico» hace tiempo que está denostado, lo saben las agencias de viajes y sus agencias de publicidad, y han crecido con ello los influencers que inventan eufemismos para escapar de la lacra (viajeros, aventureros, trotamundos, ciudadanos del mundo...), pero eso no arregla el problema. Estamos a esto (juntad el dedo pulgar con el índice para visualizarlo) de que viajar por turismo esté socialmente mal visto.

¿Y cuáles son las soluciones?

La que está en boca de todos es el turismo sostenible, que según la Organización Mundial del Turismo es

El turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas.

que es algo que está muy bien para decir pero no deja muy claro en qué consiste, porque sí que hay muchas medidas medioambientales, laborales y económicas que se pueden aplicar, pero en el fondo todo pasa por una solución simple: menos turistas.

En el fondo «turismo sostenible» es una derivación de lo que antes las autoridades llamaban «turismo de calidad» y que no era más que un eufemismo (otro más) para decir «menos turistas con más dinero» y, a ser posible, que no se emborrachen en la calle.

Grupo de turistasY es que, por lo que estamos viendo, lo más plausible e inminente es que los destinos turísticos pongan límites al número de visitantes, lo que significará una reducción de la oferta, empezando por la hotelera y siguiendo por el acceso a cualquier atracción o monumento.

¿Y qué pasa cuando se reduce la oferta? Pues que a no ser que se hagan  sorteos mundiales de vacaciones, serán los precios los que acaben por discriminar (es el mercado, amigos, que diría Rodrigo Rato). Es decir, que volverán a viajar solo las clases altas, como el siglo XIX cuando empezó todo, cerrando un bonito círculo.

Diversificación o limitación

Algunos se han atrevido a sugerir otra alternativa, la diversificación del turismo, que viene a decir que para aliviar las zonas más masificadas, los viajeros escojan ir hacia lugares menos transitados. Lo que no se sabe es si se pretende que los turistas, por propia conciencia social (que puede ser) o por huir de la multitud (que es aún más factible) decidamos acudir a polígonos industriales polacos en lugar de a las playas de Cancún; o si en realidad es solo la manera de meternos en la cabeza la inminente explosión turística de África, o los holgados y deshabitados Polos, tan apetitosos en cuanto empiece a hacer un calorcito agradable, cambio climático mediante.

Y es que el verdadero problema de base es que somos muchos. Somos muchos en general, muchos para viajar, muchos para comer, muchos para vivir. La explosión demográfica mundial que tiene en vilo a los expertos en agroalimentación, es también responsable de la explosión de la milmillonaria clase media que tenemos ganas y medios de ver otra cosa que las calles de nuestro pueblo. Y claro, no hay cama pa’ tanta gente.

Se me ocurre, y no soy el primero, que una vez los destinos turísticos habituales sean prohibitivos, prohibidos o mal vistos, nos dediquemos al turismo a distancia, que nos quedemos cada uno en nuestra casa e Internet en la de todos, y nos conformemos con ver el mundo desde lejos, como ya lo hacemos casi todo. Expertos en realidad virtual, poneos las pilas.

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