Confines

Viajes a los confines de la Tierra

Hace poco leí uno de esos libros que pertenecen estrictamente a la categoría de Literatura de Viajes y que tienen por objetivo describir un destino a través de los ojos y la experiencia del escritor viajero. En este caso los destinos eran dos, los confines de la tierra en los extremos norte y sur del mapa mundi, y el autor, Javier Reverte, el escritor-viajero español por antonomasia.

Reverte ha escrito muchos libros sobre sus viajes a muy diversos lugares, de África a Centroamérica o el Amazonas, pasando por su exploración viajera y literaria de Irlanda o Grecia. Tiene un estilo ameno, en ocasiones humorístico, otras reflexivo, y además de lo que ven sus ojos aporta muchos datos históricos que nos ayudan a entender mejor el lugar que visita. El último de sus libros, de momento, se llama precisamente Confines y se compone en realidad de dos relatos que narran sus travesías en barco por las heladas aguas del Ártico y por los enrevesados canales de Tierra del Fuego.

La fría cabeza del mundo

En el primer relato, titulado Una Primavera Polar, el escritor acompaña a una expedición científica que recorre varios puntos del ártico, partiendo del inhóspito archipiélago noruego de Svalbard, a bordo de un buque oceanográfico.

Durante su expedición nos describe cada uno de los puntos en los que recalara el barco, como la belleza sobrecogedora de los fiordos; la desolación de la ciudad rusa de Pyramiden, abandonada y congelada en el 98«un monumento funerario a la modernidad industrial»-; el pueblo minero de Ny-Alesund, uno los lugares habitados más al norte del planeta; o una insospechada base científica polaca en aquel extremo helado.

Reverte nos cuenta además como es y ha sido la vida en estos rincones del fin del mundo donde la coexistencia con los osos polares obliga a los habitantes a ir armados y dejar las puertas de las casas sin atrancar para que cualquiera pueda encontrar refugio en caso de que aparezca un de estos animales. Hay un capítulo entero dedicado a las tragedias provocadas por los osos.

Entre parada y parada del barco, Reverte describe el paisaje o la vida a bordo, y aprovecha para relatar el interés histórico en explorar la zona. En una primera fase ese interés fue la caza, al principio de ballenas y luego de todo lo que se movía, hasta el punto de esquilmar casi todas las especies

«Solo los pájaros se libraron de aquella carnicería que duró tres siglos: desde que Jonas Poole empezó a matar ballenas hasta que los noruegos remataron la jugada con los renos».

En una segunda etapa, que aún perdura, mandaba el interés por llegar por el camino corto del Atlántico al Pacífico. La expediciones en busca del paso del Noreste (el que bordea la costa rusa) o el paso del Noroeste (el que se pierde en el enjambre de islas canadienses) fueron fuente de numerosas aventuras a cada cual más apasionante, pero también de muchas muertes por congelación -«Estos mares boreales rezuman muerte». Los exploradores tardaron en darse cuenta de que

«el ártico no estaba cubierto con una gran masa sólida de hielo inamovible, sino que el hielo se desplazaba sin cesar, quebrándose y reconstruyéndose en mudables placas ambulantes«

por lo que innumerables barcos quedaron atrapados en el hielo e iban derivando con la corriente poco a poco durante meses hasta acabar en la otra punta de donde creían estar.

Libro Confines, oso polar

Digo que esta etapa aún dura, porque el deshielo y la tecnología de los nuevos barcos y submarinos está a punto de convertir el ártico en una ruta comercial muy transitada. Y ahí es donde entra el tercer motivo de la exploración del ártico, el científico, para dar una alerta ecologista. Y es que los polos son los lugares más expuestos al cambio climático. Actualmente se mide la temperatura y salud del planeta desde los polos y temiendo lo que se ve venir:

«Cuando el hielo se retire por completo -algo que puede suceder dentro de unas pocas décadas durante el verano-, será más fácil la explotación de los recursos naturales -pesca, minería,hidrocarburos- y la presencia humana aumentará. También las ambiciones de las compañías privadas y las naciones.»

Sin embargo, las expediciones «científicas» comenzaron con una intención más propagandística que consistía en ser el primero en llegar al Polo Norte. Otra fuente de aventuras, ingenio y muchas mentiras. Un objetivo tan apasionante y complicado que los que dijeron haber llegado no lo hicieron y los que de verdad llegaron en primer lugar, no lo supieron.

Los imposible confines de América

En el segundo relato, titulado Octubre en el Cabo de Hornos, Javier Reverte se dirige al sur. Le seguimos desde Santiago de Chile hasta Punta Arenas «el primer puerto de tránsito entre el Atlántico y el Pacífico». Y en este caso se embarca en un crucero de recreo junto a un fotógrafo muy peculiar con el fin de descubrir los secretos de una de las regiones más duras del planeta:

«Magallanes es una región áspera, fría y dura, que sugiere haber sido creada para que el hombre, en vez de crear vida, la sufra. No es casualidad que los viejos navegantes bautizaran muchos de sus lugares con nombres tristes, épicos y trágicos: provincia Última Esperanza, isla de la Desolación, bahía Inútil, bahía Desolada, Puerto Misericordia, Puerto del Hambre, Seno del Chasco, isla Furia, Paso de la Aventura, isla Laberinto…».

Precisamente de esos navegantes aprendemos mucho, desde la aventura de la primera vuelta al mundo con Magallanes y Elcano, que da para varios libros por sí misma, hasta los colonizadores de la Patagonia, pasando por uno de sus visitantes más famosos: un joven viajero que fue embarcado simplemente para dar conversación culta al capitán y ayudarle a encontrar «pruebas del Diluvio Universal» y que sin embargo acabó cambiando la historia de la ciencia y la religión.

Libro Confines, Estrecho de Magallanes

Era Charles Darwin, que se pasó el viaje recogiendo fósiles aquí y allá y estudiando animales exóticos. Darwin escribió el Diario de Viaje del Beagle, el barco en el que viajaba, y que dio nombre al otro estrecho que conecta los océanos más al sur del de Magallanes. También Darwin dio nombre a un imponente monte de 2.488 metros donde estuvo a punto de morir.

Sin embargo, el nombre Cabo de Hornos, es solo un error de traducción o simple asimilación de Kaap Hoorn, el nombre del pueblo holandés donde nació el navegante que lo avistó «por primera vez» en 1616 y que creyó que era un cabo en lugar de una isla.

La isla de Cabo de Hornos, el extremo sur de América, es un lugar lleno de leyenda que Reverte describe como un lugar imposible, de oleaje temible, vientos insoportables y frío helador. Los marineros llamaron a la zona al sur de la isla, donde se enfrentan los dos océanos, la sepultura del diablo, por asumir que aquel oleaje solo podía ser obra del demonio.

«Se trata de la geografía marina más peligrosa para la navegación y se estima que, desde el siglo XVII, unas 800 naves se han perdido en las aguas del cabo, lo que eleva la cifra de marineros ahogados a unos 10.000.»

Como curiosidad, los marineros que eran capaces de doblar el Cabo de Hornos y sobrevivir para contarlo eran los que adquirían el derecho a taladrarse el lóbulo de la oreja para ponerse un aro de metal que acreditaba la hazaña.

Pero los marineros no son los que más han sufrido. Si en el Ártico se esquilmaron las especias, en Tierra del Fuego se acabó con los humanos:

«Un siglo y medio bató para extinguir a todos los habitantes originarios de la Tierra de Fuego»

Este libro es también un relato de cómo fue el encuentro entre indígenas y navegantes y colonizadores.

Si algunas vez visitáis estos confines, os vendrá bien leer el libro antes. Si no tenéis pensado hacerlo, es la mejor manera de acercarse a ellos.

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