¿Dónde has estado este verano? En la Costa Azul. Queda muy bonito decirlo, aunque en realidad pasamos allí apenas unas horas, lo que nos pudimos permitir. Eso sí, el lugar elegido fue Cannes, tal vez la joya de la Riviera francesa, con permiso de Niza o Saint Tropez. Y eso que es apenas un «pueblo» de 70.000 habitantes, pero vaya pueblo, y vaya habitantes.
Cannes tal vez posee la mayor concentración de hoteles de lujo por metro cuadrado. Los súperyates van y vienen por su bahía como las planeadoras por el estrecho, y en el extremo del puerto deportivo un helipuerto recibe, uno tras otro, los helicópteros que transportan viajeros VIP de un lado a otro.
Del pantano al lujo
El casco histórico de Cannes es apenas una pequeña colina, Le Suquet, el lugar más antiguo de la ciudad según los restos arqueológicos romanos. En su cima hay una fortaleza medieval, con una torre del siglo XI que es el mejor mirador de lo que en aquella época fueron pantanos y ahora es el paradigma del lujo.
La fortaleza ahora es un museo, pero la iglesia junto a ella, la de la Magdalena, sigue siendo iglesia, de momento, y desde su plaza también se pueden admirar y fotografiar las mejores vistas de la bahía de Cannes, su puerto y su larga playa.
Desde la colina desciende una de esas «calles con encanto», la de Saint Antoine, con cafés, restaurantes y antiguas tiendas, y una vez llegas a terreno llano, el paseo se extiende de forma natural por la muy comercial Rue d’Antibes que combina los puestos de souvenirs y baratijas con las tiendas de lujo. En paralelo, y con la misma intención de venderte hasta el alma, se extiende la Rue Meynadier, peatonal, no vaya a ser que un deportivo descapotable te impida comprar.
Todo esto se desarrolla sin vistas al mar, en las traseras de los hoteles, porque la primera línea de costa está destinada al famoso Boulevard de la Croissette por donde llegan los VIP a los hoteles de cinco estrellas, y las estrellas de cinco hoteles al festival de cine. El mismo paseo que cruzan los turistas para acercarse a la playa, aunque hay que decir que desde el paseo marítimo no se ve mucha playa, solo los rincones de arena que dejan al descubierto las sombrillas de los hoteles, las mesas de los restaurantes, y las pasarelas para que tan delicados pies no se quemen de camino al Mediterráneo.
Las islas de Cannes
La Croissette recorre toda la bahía de Cannes y termina en un saliente de mar, casi una pequeña península, la Cap de la Croissette, desde donde se puede divisar la razón del origen de esta ciudad: Las islas Lérins. Un pequeño archipiélago de cuatro islas que en la antigüedad tuvieron importancia estratégica, económica y religiosa. La localidad de Cannes se desarrolló en tierra firme como enlace con las islas Lérins.
Como curiosidad, en la isla de San Honorato se encuentra un monasterio cisterciense desde el que los monjes dominaron Cannes además de hacer vino, mientras que en la isla Santa Margarita está la fortaleza en la que estuvo prisionero el misterioso hombre de la máscara de hierro, que sí, que existió, aunque no fuera el que recreó Víctor Hugo para su novela.
El Festival de Cannes
Pero el verdadero desarrollo de Cannes comenzó cuando empezó a popularizarse el turismo ente las clases acomodadas, y luego, claro, con el nacimiento de su Festival de Cine Internacional al que debe gran parte de su fama actual.
Durante los años 30 se inició un movimiento por parte de la industria del cine, en especial de Francia y Estados Unidos, por buscar una alternativa al Festival de Venecia que acuciaba la censura y la intención propagandística del régimen fascista (vamos, que seleccionaban y premiaban a Alemania en lugar de a Hollywood), e iniciaron la búsqueda de una alternativa donde realizar un festival imparcial.
El festival se puso por fin en marcha después de la II Guerra Mundial, en 1946, y poco a poco, gracias a la política cultural francesa, el interés turístico de la zona, y la rutilante cooperación de las estrellas de Hollywood, consiguió consolidarse como el más importante festival de cine.
El Festival se desarrolla frente a la playa en el Palacio de Congresos de la Croissette, y las estrellas suben las escaleras donde se fotografían los turistas el resto del año. En torno al palacio, al estilo del Paseo de la Fama, figuran las placas con huella y firma de algunos de los cineastas más famosos que han pasado por el festival.