Turismo volcánico

Turismo volcánico ¿Sí o no?

Da la impresión de que a este blog sólo le sacan de su letargo las catástrofes de magnitudes bíblicas. Y es que, de entre las sorpresas que nos ha deparado la naturaleza en los últimos tiempos, hay una con forma de cono y olor a infierno que ha surgido en la isla de La Palma con consecuencias devastadoras para la población.

No voy a entrar en los detalles hawaianos y estrombolianos de la erupción, porque a estas alturas ya todo tenemos convalidado el máster en vulcanología, pero como esto es un blog de viajes, sí me gustaría comentar el debate colateral surgido en las últimas semanas: ¿Es ético el turismo volcánico?

El turismo en La Palma

Pongámonos en contexto: este último verano, como cualquier destino turístico, la pequeña isla de La Palma empezaba a recuperarse poco a poco de los efectos y restricciones de la pandemia. Las aerolíneas retomaron muchos de sus trayectos a la isla; hoteles y casas rurales que habían cerrado para falta de turistas reabrieron por fin sus puertas; y muchos trabajadores salieron de los ERTEs con la vista puesta en la temporada de otoño e invierno, esa en la que alemanes, ingleses y nórdicos deciden que no hay sitio mejor que Canarias para escapar de su frío europeo.

Turismo volcánico en La PalmaLas cifras del verano hacían pensar en una buena recuperación cuando, de pronto, la tierra se puso a temblar y una buena tarde de domingo se abrió el suelo y empezó a salir un montón de mierda, con perdón, de las entrañas del planeta.

La erupción, que dura hasta hoy, es la más catastrófica de cuantas han sucedido en este archipiélago «acostumbrado» a las erupciones, porque a pesar de no haber víctimas humanas, la lava ha arrasado con el hogar y medio de vida de miles de personas. A fecha de hoy, han desaparecido casi 1.000 hectáreas de terreno y más de 2.700 edificaciones, de las que más de un millar eran de uso residencial, además de establecimientos comerciales, industrias o grandes áreas de cultivo que suponían el sustento de muchas personas.

Al lado de estas consecuencias parece anecdótico hablar de nada más, pero sí es necesario hablar de los efectos colaterales sobre el turismo. No es solo que la lava también haya destruido alojamientos o que haya obligado a evacuar núcleos turísticos como el de Puerto Naos donde trabajan muchos palmeros, es que en el resto de la isla, el miedo y la inseguridad de los turistas provocaron las cancelaciones en masa de las reservas de una prometedora temporada. Y por si fuera poco, la ceniza expulsada por el volcán afecta de cuando en cuando al aeropuerto, haciendo muy difícil la planificación de un viaje a La Palma.

El turismo volcánico

Pero, un momento, ¿todos los turistas han desaparecido? No, tras el estupor inicial, unos pocos viajeros han luchado contra ceniza y marea para mantener sus viajes a La Palma, sabedores de que el 90% de la isla no está afectada por la erupción y se puede seguir disfrutando de unas vacaciones con relativa normalidad.

Y luego están los otros, los del turismo volcánico. Aquellos a los que el volcán ha despertado un súbito interés por visitar La Palma. Para qué negarlo, un volcán en plena erupción es un fenómeno natural espectacular que atrae a miles de turistas en lugares como Islandia o Sicilia. Si existe el tanatoturismo no nos vamos a sorprender por el turismo volcánico, pero la situación aquí chirría un poco más.

La imagen de un puñado de turistas haciéndose selfies sonrientes frente al volcán, a pocos metros de aquellos que están pendientes de sus casas y su futuro, se antoja frívola, insensible, inapropiada. Las hordas de curiosos bloqueando carreteras que deben ser usadas para evacuar ciudadanos pueden resultar indignantes. «El volcán es una desgracia, no un atractivo turístico» han venido a decir algunas voces, y se crucificó públicamente a la Ministra de Turismo por insinuar lo contrario al inicio de la erupción.

Sin embargo, como todo está lleno de matices, hay que recordar algunos conceptos básicos:

  • Se puede ser turista y respetuoso al mismo tiempo. No es incompatible.
  • El turismo puede parecer frívolo para los turistas, pero no lo es para los que viven de él.
  • De entre todas las maneras de ayudar a alguien en una catástrofe, reducir sus ingresos no es ninguna de ellas.

Y me detengo a comentar este último punto por si a alguien se le escapa. La Palma, por su condición de isla y por lo reducido de su población, es un ejemplo perfecto de economía circular: El que trabaja en un hotel o el que regenta un apartamento, gasta su salario y ganancias en los comercios locales. Si se pierden esos ingresos de golpe se resiente la economía aún más. Lo peor que le puede pasar al que ha perdido su casa es perder también su trabajo. Lo peor que le puede pasar al que ha perdido su trabajo es verse en una isla sin posibilidad de empleo.

Confieso que no soy imparcial en este tema, porque mis intereses están a favor del turismo, pero de un turismo bien entendido, en el que se pueda disfrutar de los atractivos de La Palma, incluido el nuevo volcán, y dejar dinero sin molestar.

Nos hemos hartado de escuchar que los motores económicos de La Palma son la producción de plátanos y el turismo. Cuando acaben las donaciones, cuando las ayudas tarden en llegar, lo que va a ayudar a los palmeros es que comamos plátanos y hagamos turismo en la isla, aunque sea turismo volcánico, pero respetuoso. No parece mucho pedir.