Tanatoturismo

El Tanatoturismo o el turismo morboso

Vamos a sacar un tema de esos que puede contrarrestar el azúcar propio de las fechas: hay gente que viaja movida por razones oscuras, macabras y morbosas. Como lo leéis ¿Habéis oído hablar del Tanatoturismo? Pues atentos que os lo explico:

Resulta que como ya todo está muy visto y el turismo convencional se ha quedado para los viajeros con chanclas y calcetines, entre las nuevas corrientes del turismo, además del de aventuras, el gastronómico o el de vamos a hacernos una foto ahí que queda muy bien en Instagram, ha aparecido como corriente en alza un turismo alternativo que encuentra atractivo en lo extraño y siniestro.

¿Qué es el Tanatoturismo?

Su propio nombre lo deja claro incluso sin saber latín: El concepto básico del tanatoturismo es la atracción turística por lugares relacionados con la muerte, pero no se trata solo de visitar cementerios, que también, sino lugares asociados con la tragedia.

Tanatoturismo en el cementerio de EdimburgoLos anglosajones lo denominan turismo negro o turismo oscuro, e incluye variantes del turismo morboso como el turismo de catástrofes, el turismo de guerra o el turismo de pobreza. Y si así, a bote pronto, no se os ocurren ejemplos, pensad en quienes visitan las consecuencias del tsunami del índico, o los que tienen curiosidad por los escenarios de la guerra de Vietnam, o la «exótica» pobreza de las favelas brasileñas.

Aunque su expansión se vive ahora, el tanatoturismo no es algo nuevo. El estudio de esta tendencia se originó ya en los años 90 desde puntos de vista sociológicos, psicológicos y económicos, y a menudo envuelto en crítica y polémica porque tanto el turista como el empresario que promueve la «atracción», realizan una explotación económica del sufrimiento y muerte de otras personas. Como poco da para una reflexión ética.

Algunos ejemplos de tanatoturismo

En una serie documental de Netflix, que es el nuevo escaparate del mundo, un grupo de turistas recorre una de las ciudades devastadas por el terremoto y tsunami de 2011 en Japón, en la tristemente conocida zona de Fukushima. Los turistas pasean por las calles y casas abandonadas como quien visita los Campos Elíseos o la Piazza Navona. En una mano sostienen los móviles con los que se hacen selfies y en la otra un medidor de radioactividad que se dispara peligrosamente a medida que avanzan.

Programa Dark Tourist de NetflixSe trata de una serie llamada Dark Tourist, Turista Oscuro, en la que un periodista recorre los destinos y atracciones turísticas más extrañas del mundo: Una excursión de viajeros poniéndose en la piel de los emigrantes ilegales que tratan de llegar a EE.UU.; la recreación detallada en Dallas del asesinato de Kennedy, con descapotable y primera dama incluidos; la experiencia de participar en una enfangada recreación de una batalla de la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra; o un recorrido para «fans» del carnicero de Milwaukee visitando los escenarios de sus crímenes.

No es el único que se ha preocupado por esta tendencia, no es raro encontrar listas como esta que mencionan el reciente interés tanatoturista por lugares como la línea de búnkeres de Albania, los impactos de mortero de Sarajevo o el abandono de Chernobil, al nivel de otras leyendas negras sobrenaturales como el jardín del infierno recreado en Tailandia, los círculos de la muerte en Senegal.

Todos tenemos un poco de tanatoturistas

Pero un momento, antes de menear la cabeza y rechistar la lengua con reprobación ante lo que se ha convertido el turismo y el mundo -hay que ver- levantad la mano los que habéis visto, con vuestros propios ojitos, las catacumbas de París o Roma, los que habéis enumerado las tumbas de personajes históricos en Westminster, o admirado con curiosidad los templos funerarios de Bali.

Se podría argumentar que se trata de mero interés cultural o histórico atemperado por el paso de los siglos, pero también encajan dentro del tanatoturismo las visitas a los campos de concentración en Alemania o Polonia, o la entrada a la casa de Anna Frank en Amsterdam.

Y puestos a poner ejemplos recientes, decidme quién ha estado en Nueva York en los últimos 17 años y no ha visitado la zona cero del 11S.  Si además has buscado la placa que recuerda el lugar donde murió asesinado John Lennon, y has ido expresamente a ver el fuerte militar y centro de cuarentena de Ellis Island, eres un tanatoturista de libro.

Visto así, parece que el tanatorusimo no es algo reciente ni revolucionario, sino parte del turismo tradicional y con un lado positivo que algunos quieren remarcar: se conoce la historia para no repetirla, se sensibiliza al visitante ante una situación y se colabora con el negocio local de un lugar que ha sufrido una tragedia. Luego el morbo adicional lo pone cada uno.

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