Mararía en Lanzarote

Mararía en Lanzarote

Durante mi última estancia en Lanzarote aproveché para releer Mararía, una de las grandes obras de la literatura canaria, si no la más representativa, que se desarrolla por completo en la isla y la describe de una manera dura pero apasionante, tal como es la historia y su protagonista. Leer Mararía en Lanzarote ayuda a entender a los personajes y mirar la isla con otros ojos.

La historia de Mararía

Un forastero llega a Lanzarote y se dirige al pueblo de Femés, donde a través de las voces de distintos vecinos va conociendo la historia de María, la que una vez fue la mujer más guapa de la isla y ahora conocen como «la bruja».

Portada MararíaEl alcalde, el médico, el tonto del pueblo, un marinero… Cada personaje cuenta su fragmento de historia con su propia voz, culta o analfabeta, muchas veces repleta de canarismos, y así se va componiendo de manera desordenada el drama de una mujer maldita por su belleza.

El relato, escrito por el autor tinerfeño Rafael Arozarena, está inspirado en su propia vivencia en Femés y en un personaje real, una vieja misteriosa de la que aún se recordaba su belleza de juventud. De aquella anécdota y alguna referencia mitológica, Arozarena compuso un cuento épico aunque cargado de mucha poesía en sus descripciones.

La obra fue publicada en 1973, pero la historia se desarrolla en dos tiempos indeterminados del franquismo. Apenas hay referencias temporales, salvo la existencia de un viejo camión, por lo que parece una historia suspendida en el tiempo en la que los acontecimientos históricos quedan muy lejos de Lanzarote.

Mararía en Lanzarote

Precisamente el paisaje y las características de Lanzarote son un elemento clave en la historia. Algún lector podría pensar que la trama de Mararía podría trasladarse a cualquier otro escenario, pero la aridez del suelo volcánico, el aislamiento de la isla y hasta el viento, configuran el ambiente de una historia de soledades, pasiones y desgracias. Abundan las descripciones del paisaje, en la mayoría de las ocasiones en un tono casi lúgubre:

«Por la llanura de jables y caliches corrían las sombras de los montes como tres dedos negros. Atrás, lejos aún, venía la sombra grande, la sombra de Timanfaya, que ya no es ni sombra de cordillera. Por allí está la Montaña de Fuego, que es el corazón y permanece caliente como si la isla recién acabase de morir».

Esa descripción de la isla como animal muerto es una constante en la visión que los propios personajes tienen de Lanzarote, que la admiran como el entorno extraño que es:

«Al desembarcar ya sabía yo que mi pie no se hundiría en verdes alfombras de helechos y no fue sorpresa pisar sobre la piel ocre, dura, y rapada de este animal muerto que es la isla, de este camello que permanece ahogado en el Atlántico».

«Contemplé de nuevo la piel de la isla, seca y apergaminada, junto a los viejos cráteres. Muerta, inmóvil, tampoco la isla sería eterna. El viento se encargaría de llevarla a su fin».

Por si fuera poco, los propios personajes acaban por identificarse a sí mismos con la isla:

«Por eso me ha entrado en el alma esta isla de Lanzarote. Es una isla sola, desamparada, como yo mismo, como un barco abandonado».

Pero si hay una identificación con la isla es la de la protagonista, tanto en el volcán que fue bajo la superficie como en la tierra yerma en que se convirtió:

«Mararía es larga y seca como la isla de Lanzarote».

Mararía en el cine

En 1998 se estrenó una película basada en el libro, que centraba el protagonismo en uno de los personajes, un médico vasco interpretado por Carmelo Gómez, que llegaba a la isla para enamorarse de Mararía. La encargada de interpretar al personaje fue la canaria Goya Toledo en el que tal vez haya sido el papel mas importante de su carrera después de Amores Perros.

La principal diferencia con respecto al libro y tal vez su mayor pega es la imposibilidad de recrear la narración en forma de relatos de distintas voces y distintos tiempos que se utilizó en la novela, lo que la convierte en un melodrama más corriente.

En la parte positiva, las imágenes espectaculares de Lanzarote suplían las descripciones de Arozarena y le valió a la película un Goya a la mejor fotografía. Además, la banda sonora de Pedro Guerra aportaba la poesía a las imágenes.