Hemos visto Budapest de dos veces, porque no creemos en el amor a primera vista, o más bien como resultado de nuestro pequeño tour mochilero centro-europeo que tenía principio y fin en esta ciudad.
El primer vistazo lo dimos a Pest, la zona al este del Danubio, y nos bastó para darnos cuenta de que todo es mucho más monumental, vistoso y limpio de lo que habíamos imaginado (echamos la culpa de nuestras expectativas a las películas de la guerra fría). Las calles y plazas, que tienen nombres de secundarios de Star Wars (Teréz Kutur, Nador utca, Andrassy ut…) son amplias, con grandes edificios decimonónicos que no tienen nada que envidiar a otras grandes capitales europeas.
Entre esas calles, la peatonal Váci o la plaza Vörösmarty (os están encantando los nombres, lo sé) son, o al menos lo parecen, el centro bullicioso de la ciudad donde lo mismo nos encontramos las grandes marcas comerciales, como un mercadillo de casetas que celebraba la primavera sirviendo goulash en hogazas de pan, y salchichas con patatas (dimos cuenta de ello). Por cierto, que en esta tesitura nos enfrentamos al retraso que lleva Hungría en unirse al euro y nos volvimos locos en buscar cajeros o casas de cambio antes de darnos cuenta de que en cualquier lugar, aunque sean mercadillos callejeros, aceptan euros sin problema, aunque con un cambio un poco aleatorio y curiosamente a su favor.
No muy lejos de allí, se alza la majestuosa catedral de San Esteban (el mismo Esteban que en Viena, porque aquel hombre lo fundó todo), que aún conserva el encanto de las catedrales de antes: con velas de verdad y sin pagar entrada. Cuando tuvimos tiempo de ver la ciudad al completo -y varias veces, a pie y en autobús- pudimos encontrar más puntos clave como el Monumento a los Héroes, el mercado, la Ópera, la Sinagoga… Si creíais que sería un casco histórico manejable (yo sí), resulta que Pest tiene kilómetros y kilómetros de lugares visitables. Se aconseja familiarizarse con el metro o con el confuso entramado de autobuses turísticos.
Budapest desde el río
Lo que descubrimos a la orilla del Danubio es el ingenio húngaro de poner cosas bonitas en ambos márgenes del río para que cualquier vista sea espectacular. Qué listos, no me extraña que tengan tantos premios Nobel. Del lado de Buda, al oeste del río, está el enorme Castillo, residencia de emperadores, situado sobre una pequeña colina a la que se accede por un funicular o una caminata por los jardines. Un poco más allá, en la misma colina, que es toda Patrimonio de la Humanidad, merece un buen vistazo la iglesia de San Matías y, frente a ella, el Bastión de los Pescadores, que no es ningún mercado de pescado, sino una terraza neogótica con torreones, galerías y unas fantásticas vistas de Pest, con sus grandes manzanas y, sobre todo, el espectacular Parlamento.
Nosotros, particularmente y sin que medie la UNESCO ni ninguna otra institución, hemos declarado al Parlamento de Budapest como el edificio más bonito de la ciudad. Es el segundo más grande de Europa después del británico, pero me atrevo a decir que más impresionante (y lo digo sin rencor post-brexit), atiborrado de virguerías arquitectónicas (mis conocimientos de arquitectura llegan a poco más que el término «virguería») y una iluminación pasmosa.
Con estas experiencias, y con una clarividencia viajera, llegamos a la conclusión de que lo mejor de cada lado, Buda y Pest, Pest y Buda, es ver el paisaje de la otra orilla. Y por eso hicimos la turistada de recorrer el Danubio en barco. De hecho lo hicimos un par de veces, una de día y otra de noche, no fuéramos a perder detalle. Obviamente no éramos los únicos, una de las grandes atracciones de la ciudad es pasear Danubio arriba, Danubio abajo, a bordo de todo tipo de embarcaciones, incluyendo unos cruceros achaparrados que se pasean por Europa visitando ciudades ribereñas.
Merece la pena, porque además de castillos y parlamentos están los puentes, todos reconstruidos tras la II Guerra Mundial, algunos con mejor gusto que otros; la Ciudadela, sobre la colina más alta con su fortificación y monumento a la liberación soviética; el edificio de las famosas termas húngaras; la isla de Margarita, palacios, edificios oficiales…
Id con batería en la cámara, porque en cada rincón de Budapest hay vistas impresionantes.