La Chica Mecánica, de Paolo Bacigalupi, se desarrolla en un futuro no necesariamente lejano donde los teóricos más agoreros del cambio climático y la alimentación transgénica acaban por tener razón: Las plagas asolan la tierra y unas cuantas multinacionales controlan la producción de alimentos patentados libres de enfermedades. Enfermedades que por otra parte han sido creadas por piratas genéticos o las propias compañías y gobiernos para sacar tajada. Todo muy verosímil, en realidad.

Sin embargo, en un Bangkok amenazado por el nivel del mar y donde la escasez de energía ha convertido sus rascacielos en poco menos que chabolas para los parias, comienzan a aparecer, en sus famosos mercados, alimentos sanos que se creían extinguidos hace tiempo. Ése es el contexto de una trama muy bien hilada y que vamos descubriendo a través de los ojos de cuatro personajes distintos, ni buenos ni malos, y a menudo enfrentados entre sí: Un empresario americano, un refugiado chino, un guardia del todopoderoso Ministerio de Medio Ambiente y una joven prostituta alterada genéticamente que da nombre al libro.
La Chica Mecánica es además una manera de recorrer algunos de los rincones más reconocibles de Bangkok e imaginar como van a sobrevivir al futuro que se le avecina.
Reconozco que el género de ciencia-ficción no es algo que me enganche a la primera y que la historia ha de ser muy buena para tragar con según qué fantasías, pero en este caso me ha enganchado de principio a fin mezclando acción trepidante con los dramas personales de cada personaje y con inquietantes tramas políticas. Pero por si nos os fiáis de mi opinión, sabed que la novela recibió los premios más importantes del género en el momento de su publicación o la inclusión en la lista de la revista Times de mejores obras de ciencia-ficción.