Viajar de puertas para adentro

Viajar de puertas para adentro. Con premio.

A veces paseo por el centro de Madrid -cuando los temporales históricos lo permiten- y descubro grupos de turistas siguiendo a un guía. No son espejismos, lo juro. Ocurre en la Puerta de Sol, en la Plaza Mayor, y en cualquier recoveco de La Latina. Lo repito, hay turistas, en grupo, en pleno fin del mundo.

Cada vez que los veo me pregunto quiénes son. Lo más probable es que sean madrileños resignados a hacer el turismo que nunca hicieron en su ciudad de residencia. Tal vez son estudiantes o profesionales de otros orígenes encerrados en Madrid y dispuestos a sacarle partido. Quizás son los últimos turistas del mundo, que escapan a las restricciones de viajes para hacer una visita kamikaze en plena pandemia. Quién sabe.

El caso es que son excepciones. La gran mayoría de habitantes de esta ciudad, país y planeta llevamos casi un año sin viajar por turismo, y quién sabe cuándo y cómo lo volveremos a hacer. Me ocurre a mí, que durante el último año solo he viajado según la política de familiares y allegados, y por eso este blog se ha resentido en su frecuencia de publicación.

Sin embargo, a falta de viajes al exterior, este ha sido un periodo muy dado al viaje introspectivo, signifique eso lo que signifique. Cada uno habrá aprovechado para hacer sus correspondientes viajes metafóricos al interior de sí mismos y de sus casas, y han acabado divorciándose, dejando el trabajo o reformando la cocina.

Premio de Novela Corta “José Luis Castillo-Puche”

Por mi parte, yo he aprovechado las largas horas de salón forzoso para terminar de escribir, estructurar y corregir una pequeña novela. Se trata -fíjate lo que son las cosas- de una novela de personajes metidos en sus casas, antes de que nos obligaran a ello.

Se titula De puertas para adentro, y consiste en una colección de relatos entrelazados (un paso más allá que en el libro Viajeros Infrecuentes) que se desencadenan a raíz de la desaparición de un vecino. Este incidente sirve de excusa para asomarnos a unas mirillas inversas y viajar al interior de las viviendas para conocer las peculiaridades y miserias de sus vecinos, en tono de humor, suspense, o desesperación.

Hace unos meses aproveché uno de esos paseos por Madrid para enviar la novela -con más incredulidad que ilusión- al XXVIII Certamen de Novela Corta “José Luis Castillo-Puche” y, no os lo vais a creer, resulta que ha sido premiada.

Mira que me gusta escribir palabras y palabras, pero en este momento no tengo las necesarias para expresar el agradecimiento al jurado y la organización del certamen, por haber decidido que esta novela merece un premio, y este autor, un empujón para animarle a seguir escribiendo.

Sigamos viajando, como sea.