Por muy apasionante que sea el urbanismo de Bilbao, no íbamos a pasar el viaje entero estudiando arquitectura, así que decidimos acercarnos a otros puntos en sus alrededores. Vizcaya tiene muchos más atractivos turísticos, y nosotros nos decantamos por algunos puntos clave en dos breves excursiones, una a cada lado de la ría, para ser ecuánimes:
Getxo
La ciudad de Getxo se encuentra en la margen derecha, pero si eres de los que, como nosotros, no acaban de tener claro desde dónde hay que mirar a la Ría para definir la izquierda y la derecha, basta decir que se encuentra en la orilla oriental de la desembocadura.
Sabemos que un día fue un pueblito de pescadores porque aún se pueden ver las casitas pintadas de blanco en el casco viejo, arremolinadas sobre lo que, en su día, fue uno más de los acantilados que caracterizan la zona.
Cuando la población del interior empezó a admirar la brisa del mar y a olvidar a los piratas, Getxo se convirtió en lugar de veraneo para la alta burguesía bilbaína, y de ahí la sucesión de mansiones y palacetes modernistas (ha llegado un punto en que a todo lo llamo modernista, no me crucifiquéis los entendidos). Durante el siglo XX Getxo explotó, demográficamente hablando, convirtiéndose en una continuación del gran Bilbao con industria, puerto deportivo, concurridas playas, y mucho turismo con un monumento destacado, el famoso Puente de Vizcaya, que nosotros vimos desde el otro lado.
Bermeo
Continuando hacia el este se encuentra la villa de Bermeo, en medio de la reserva natural de Urdaibai, que nosotros atravesamos por estrechas carreteras por cortesía de la chica del GPS. El paisaje merece la pena: vista de lejos Bermeo es apenas un pueblo entre el mar y la montaña, pero en su día fue la cabeza del señorío de Vizcaya, lo que viene siendo la capital, hasta que Bilbao le quitó el puesto.
Desde entonces han mantenido el encanto histórico con las estrechas calles empedradas, las grandes iglesias, partes de la antigua muralla, y una torre del siglo XV, la Torre Ercilla, ubicada frente al mar, junto a un mirador y un conveniente bar que te permite tomar una caña y un pincho mientras observas la actividad del enorme puerto. Una placa informativa y un conjunto escultórico nos informaron que también desde allí observaban las familias de los pescadores cuando una galerna acabó con más de 100 de ellos a principios del siglo XX.
San Juan de Gaztelugatxe
A pocos kilómetros de Bermeo no pudimos evitar echarle un vistazo a San Juan de Gaztelugatxe, que ya es un punto de peregrinaje internacional. Un puente, un islote, una ermita, y 241 escalones tallados en la piedra hacen del lugar un enclave curioso y atractivo de por sí. Si a eso le añadimos que en la ficción se convierte en la Rocadragón de Juego de Tronos, ya es bastante para que las multitudes se animen a hacer el recorrido, unos cuantos selfies y tocar la campana al final del camino para que, según la tradición, se le conceda un deseo.
Los que no se animen a la caminata pueden, al menos, ver los paisajes desde la costa y comer algo en los restaurantes cercanos. Lo que no se ve es el santuario submarino, con una imagen de la virgen de Begoña de 12 metros, colocada a los pies del islote en honor a las víctimas de los naufragios.
Guernica
Si hay un lugar histórico en Vizcaya, ese es el pueblo de Guernica, y por él merece la pena apartarse de la costa y visitar el famoso roble junto al que se reunían las Cortes Generales de Vizcaya, y bajo el que aún jura su cargo el Lehendakari (Bueno, el descendiente del roble, que los árboles no resisten tanta historia).
Una visita a la Casa de Juntas de Guernica da una buena perspectiva de cómo funcionaba la política desde la época del Señorío hasta la actual de la Diputación Foral, y merece la pena ver sus obras de arte y las placas conmemorativas de todos los reyes de Castilla y España que acudieron a jurar los fueros hasta que las guerras carlistas acabaron con las buenas maneras. Además viene bien una visita así cultural, porque no todo va a ser comer y hacerse fotos.
Portugalete
Para la excursión en la margen izquierda dejamos el punto estrella de Vizcaya: el Puente Transbordador declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por ser el primero construido de su clase y uno de los pocos que se mantienen en activo. Una monumental obra de ingeniería de principios del siglo XX que por apenas unos céntimos todavía te lleva «volando» sobre el agua de un lado a otro de la Ría.
Santurce
Nuestro último vistazo a Vizcaya consistió en una infructuosa búsqueda de sardinas en Santurce, y eso que aún no se ha aplicado ninguna restricción en su pesca. Sí pudimos ver su lonja, su histórico puerto lleno de pesqueros, y el monumento a las sardineras, que según la famosa canción iban vendiendo las sardinas desde Santurce a Bilbao por toda la orilla. Mucho paseo me parece para hacerlo a pie, y mucho fresco para enseñar la pantorrilla. Nosotros nos fuimos en coche para continuar el viaje vasco.