Desde esta silla donde estoy sentado, bajo un porche que protege mis ojos del sol del verano y frente a una elegante mesa de jardín que hace las veces de escritorio, puedo ver adelfas, bejeques, hortensias, tuyas, begonias, azucenas, vides, ciruelos, tuneras, palmeras, dragos, y un montón de plantas que nunca supe y probablemente nunca sabré cómo se llaman, y que se extienden en una suave y verde pendiente hasta donde el paisaje se convierte en azul océano. Éste, a su vez, se desparrama a lo largo y ancho hasta una fina línea de horizonte solo interrumpida por las siluetas de Tenerife y La Gomera allá a lo lejos. Como paisaje, no está nada mal.
Hace varios días que sobrellevo mi convalecencia en La Palma, en una tranquila casa rural que ya quisieran las clínicas de reposo. En concreto me encuentro en la Villa de Mazo, en el «barrio» de La Rosa, así entre comillas porque no suele cuadrar en el habitual concepto de barrio cuando entre unas casas y otras no suelen distar menos de 500 metros de huertas, árboles y arbustos. Lo suficiente para no tener que ver a nadie si no quieres. Por las mañanas me baño en la piscina, durante la noche miro las estrellas, entre una y otra practico la nunca suficientemente bien apreciada actividad de no hacer nada.
Bueno, algo sí, leer, escribir, dormir, comer, beber, y mirar el paisaje. Y nada más. No porque no pueda -que también, mientras siga con el pie roto- sino porque no quiero. Porque las casas rurales bien entendidas deben bastarse para disfrutarlas por sí mismas. Y aunque la isla de La Palma tiene atractivos suficientes para recorrerla de punta a punta, de vez en cuando merece la pena abandonarse a la inacción de ese tipo de turismo que no suelo practicar tan a menudo y que consiste en relajarse, descansar, despejar la mente y cargar las pilas.
Así que de momento aquí estoy, entre mis congéneres los lagartos, y al igual que pasa con ellos, para aquel que me observe desde lejos será difícil distinguir si estamos simplemente tomando el sol o también disfrutando de las vistas. Sé que ellos no beben cerveza. De momento.

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