Lujo balinés

En Bali es fácil sentirse millonario, pero literalmente, porque el cambio de moneda está a 15.000 rupias el euro. Al llegar cambiamos 100 euros cada uno en el aeropuerto para tener algo de efectivo y de repente teníamos enormes fajos de billetes de 50.000 y 100.000 rupias, 3 millones en total. No lo hemos gastado todo, porque como buen enclave turístico aceptan tarjetas en casi todas partes, pero también porque las cosas están muy baratas.

Independientemente del valor del dinero, parece que Bali está hecho para disfrutar del lujo. En un post anterior comenté que ésta era una isla llena de templos y resorts. Es muy probable que los que hayáis viajado mucho por Asia opinéis que hay templos mucho más espectaculares, pero lo de los hoteles sí que es algo para maravillarse, tanto que han reventado nuestro ranking hasta ahora y a unos precios más que razonables. Y no son solo las piscinas infinitas con vistas al atardecer, ni las habitaciones enormes, ni los menús de desayunos interminables; es que además te tratan como si fueras el último jeque del desierto. Es entrar por la puerta y un buen hombre se pone a tocar el xilófono para meterte en ambiente mientras una señorita ataviada con pareo típico te sirve una bebida y una toalla húmeda para que te refresques. Además no hay quien mueva una maleta porque antes de que te des cuenta ya se han encargado de cogerla y llevarla a la habitación y cada vez que te cruzas con alguien juntan sus manos y hacen una pequeña reverencia a modo de saludo. Nos duelen las cervicales de saludar a tanto balinés desconocido.

Los balineses deben llevar la obsequiosidad en la sangre, aparte de creer en el karma, también se les habrá quedado algo de pasar los días realizando ofrendas a los dioses y los espíritus. Las puertas y accesos a cada templo -y ya he comentado que hay un templo en cada esquina- amanecen llenas de pequeñas ‘bandejas’ hechas con hojas de platanero llenas de flores, comida y hasta cigarrillos ofrecidos por los balineses a los espíritus. Nos contaba nuestro guía que una familia puede realizar 25 ofrendas al día y que supone un gasto considerable para una familia modesta. Y es que el lujo que viven los turistas no lo ven los autóctonos, que tienen carencias en infraestructuras, sanidad y educación. Aún así, el turismo es una fuente vital de ingresos gracias al cual muchas comunidades han perdido la total dependencia de los arrozales.

Los últimos días los hemos pasado en la península de Nusa Dua, al sur de la isla. Es un paraíso turístico reservado para los grandes resorts donde todo es a lo grande, el hall, la piscina, la playa, los buffets, los restaurantes. El único problema es que se pierde un poco el encanto de los hoteles pequeños y de las zonas más ‘balinesas’. Y también que los precios de comidas y bebidas son bastante más europeos que en el resto de la isla, pero para contrarrestarlo nos hemos convertido en los reyes del happy hour. Hemos pasado los días pidiendo litros de cerveza Bintang y poniendo siempre una fingida cara de sorpresa al ver que el camarero nos obsequiaba con dos botellas en vez de una.

Los viajeros infrecuentes estamos preocuados por lo fácil que es  acostumbrarse al lujo balinés. No sé cómo vamos a superar esto.

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