Las paradojas religiosas de Israel

Hay lío en Israel y Palestina. Y esto es una frase que podría valer para casi cualquier momento de los últimos 60 años de historia. Podríamos decir aquello de que hay que visitar un lugar para entender mejor sus circunstancias, pero qué queréis que os diga, yo creo que sale uno de allí más confundido de lo que entró. Para empezar, ¿no cabría suponer que el lugar de donde han salido las principales religiones del planeta fuera un remanso de paz y espiritualidad? Pues no, pero ésta es tal vez la paradoja que menos nos sorprende.

Ya había contado aquí, de aquella manera, lo presente que está el conflicto religioso en la ciudad de Jerusalén, pero quedaba mucho por decir sobre lo que nos sorprendía ese conflicto en el día a día del turista. Para empezar, parte de nuestro traumático paso por la frontera se debió a que íbamos sin guía porque el que nos acompañó en Jordania era un refugiado Palestino que tenía prohibida la entrada en Israel. Al otro lado nos esperaba como nuevo guía, un señor de 80 años llamado David –muy oportuno- argentino de nacimiento e israelí por devoción. A este señor todo lo que le faltaba de agilidad lo tenía de conocimiento, no en vano había llegado a Israel tan solo dos años después de que se creara el nuevo estado, así que literalmente ayudó a construirlo con sus propias manos, con las que, dicho sea de paso, también empuñó un arma sobre las murallas de la ciudad para atacar o defenderse de los árabes alguna que otra vez.

Lo primero que hizo el anciano David, aunque no estaba en el programa, fue llevarnos a una rápida visita al Museo del Holocausto para enseñarnos unas pinceladas sobre lo ocurrido al pueblo judío antes, durante y después de la II Guerra Mundial. Me quedó claro que aquella parada tenía mucho más de propaganda que de atractivo turístico: que no se olvide lo que sucedió, por supuesto, pero que quede claro que el pueblo judío ha sido una víctima más que un agresor.

Pero este señor sabía que los viajeros no van hasta Jerusalén para saber lo que pasó en Berlín, y él mismo comentó en tono jocoso que cada 25 de diciembre, él y el resto de guías turísticos brindan por el nacimiento del mayor promotor de turismo de Jerusalén. Con esa actitud, este viejo judío acérrimo es capaz de recorrer cada día y con tono aséptico –aunque mayor conocimiento del Nuevo Testamento que nosotros- lugares tan cargados de cristianismo como el Huerto de los Olivos, la supuesta tumba de María y todas y cada una de las estaciones del Vía Crucis.

La Jerusalén vieja es un puzle de barrios religiosos con fronteras muy difuminadas -hasta que comienzan los conflictos-, donde ni siquiera el lugar más emblemático del cristianismo se libra de la confusión. La Iglesia del Santo Sepulcro, paradójicamente situada entre el barrio judío y el árabe, es un batiburrillo de iconografías religiosas, donde se mezclan las imágenes católicas con las lámparas ortodoxas griegas y los símbolos apostólicos armenios. Las hordas de creyentes, mezcladas con turistas y curiosos, visitan los lugares donde supuestamente estuvo clavada la Cruz y donde posteriormente fue enterrado Jesucristo; y en colas inmensas van pasando por capillas, altares, pasillos y escaleras, cada uno custodiado por un grupo diferente de religiosos que guardan celosamente su pequeña parcela sagrada. Si algún sacerdote barre el escalón que no le toca se puede montar un lío… Pero un lío de los de llamar a la policía y, si se tercia, al Ministro de las Religiones que rige los conflictos de esta índole.

Iglesia de los Pastores, Belén
Iglesia de los Pastores, Belén

La ciudad de Belén es otro de los emblemas del Cristianismo y uno de los “territorios ocupados”, administrados por la autoridad Palestina, por lo que para entrar en la ciudad tuvimos que pasar otro control y, además, cambiamos de nuevo de guía para que fuera esta vez un joven Palestino el que nos enseñara la gruta de la Iglesia de los Pastores y, por supuesto, la Basílica de la Natividad. Al igual que el Santo Sepulcro, este templo está gestionado por distintas confesiones, a un lado los armenios, al otro los ortodoxos griegos y un poco más allá los católicos. Bajo todos ellos y con el murmullo de fondo de los cientos de turistas y las distintas misas que se solapan, está el lugar donde se supone que una vez estuvo el pesebre y que se representa con la estrella que veis en la imagen principal de esta entrada.

Aquí la tensión también se palpa, si no en el ambiente, sí en los pequeños detalles. Al salir de la iglesia, nos protegimos del sol en una marquesina cuyo cartel parecía un plano turístico hasta que, prestando un poco más de atención, nos dimos cuenta de que se trataba de un mapa de la ocupación israelí en el que además se describían con todo detalle los agravios que los palestinos achacan a los judíos.

Durante los días que estuvimos en esta zona del país, se vivía una situación tensa por la muerte de un joven palestino y la posterior desaparición de tres adolescentes judíos que finalmente fueron encontrados muertos. Tal vez por eso los controles eran más exhaustivos, aunque como vemos en las noticias, estas situaciones se suceden bastante a menudo. Aquel día el guía palestino quiso subir al autobús a dos turistas franceses adicionales, pero el conductor judío se negó en redondo a llevarles. Nadie se arriesga a pasar los controles de las zonas ocupadas sin estar seguro de a quién lleva a bordo.

Tel Aviv, Israel
Tel Aviv, Israel

Cuando llegamos a Tel Aviv nos pareció que estábamos en un mundo completamente distinto. Una ciudad moderna, cosmopolita, con ciudadanos de todas partes del mundo pero visiblemente occidentalizados. Aparte de sus característicos edificios de estilo art noveau y art decò, Tel Aviv es una ciudad de rascacielos, centros financieros, cafés y restaurantes de diseño, pubs de moda y playas atiborradas de gente. Solamente, Yaffa, una pequeña y antiquísima población ya unida a la ciudad, es la única muestra de que allí existió un asentamiento hace ya más de 4000 años, cuando aquella zona solo era un puerto de pescadores.

Tal vez lo único que nos hizo recordar dónde estábamos fue descubrir una playa cercada por grandes tablones de madera que restringía el acceso, según el día de la semana, a hombres o a mujeres, para permitir a los judíos más ortodoxos poder bañarse sin incumplir las leyes judías.

Cuando faltaba poco para irnos se agravó el conflicto con Palestina, y aunque el bullicio de Tel Aviv no se alteró en ningún momento, a él se unió el sonido de los aviones militares que despegaban desde un aeropuerto cercano a nuestro hotel como parte de la operación militar contra Gaza.

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