Cinque Terre, Manarola

Las 5 joyas de Cinque Terre

El Parque Nacional de Cinque Terre (pronúnciese Chincue Terre con fuerte acento italiano) es una joya en la costa de la Liguaria italiana. Un conjunto de cinco pequeños y coloridos pueblos, separados por verdes montañas y acantilados que dan al Mediterráneo. Por decirlo de otra manera: Cinque Terre podría ganar cualquier concurso mundial de pueblos pintorescos. Eso sí, vistos de lejos, desde el mar. De cerca se les ven los desconchones, como nos pasa a todos.

Cinque Terre desde el mar

Según los entendidos, la mejor manera de visitar Cinque Terre es darle un primer vistazo por mar y luego adentrarse en los pueblos. Nosotros, que nos fiamos mucho de otros blogueros que se lo curran más, seguimos el consejo y cogimos un barco desde la Spezia, la ciudad capital de la provincia, con un gran puerto militar, comercial y turístico, y un enorme criadero de mejillones en su costa (así, por dar los datos relevantes).

Portovenere, de camino a Cinque TerreEl barco se encamina durante media hora por las afueras de La Spezia, en el denominado Golfo de los Poetas, hasta encontrar Portovenere, el punto que marca el inicio del golfo de Génova, el inicio del parque nacional de Cinque Terre y además un antiguo pueblo de origen romano que es un atractivo turístico en sí mismo.

Dicen que debe su nombre al antiguo templo en honor a la diosa Venus que se situaba sobre un acantilado, en el mismo punto donde ahora, por esas cosas de la transposición religiosa, se encuentra la iglesia de San Pedro, del siglo XVIII. El barco pasa por el estrecho que deja el acantilado y la isla de Palmaria dejando unas vistas como para pintarlas.

Los cinco pueblos de Cinque Terre

Cinque Terre, RiomaggioreRiomaggiore, es el primero de los pueblos de Cinque Terre, llamado así por el río que llega hasta él (tampoco hace falta saber mucho italiano para intuirlo) y el que nos dio la primera idea de lo que íbamos a encontrar: viejas casas de dos o tres plantas, cada una pintada de un color, arracimadas sobre los acantilados y casi cayéndose sobre las aguas cristalinas del mar de Liguria.

Manarola, es el siguiente pueblo y uno de los más fotogénicos porque desde sus miradores, sobre el acantilado, se aprecian las imágenes más representativas de Cinque Terre, con el pequeño puerto y las casas encaramadas en la montaña, como podéis ver en la foto de portada de esta entrada.

Cinque Terre, VernazzaCorniglia es el pueblo más pequeño y el único que no tiene puerto. No se encuentra a nivel de la costa sino que hay que ascender unos cuantos escalones para llegar.

En Vernazza, uno de los más visitados, destaca la iglesia de Santa Margarita porque luce en todo su esplendor frente al puerto. También una antigua torre o fortaleza que ahora da lugar a un restaurante con unas estupendas vistas al mar.

Monterosso al Mare es el último y el mayor de los cinco pueblos, tanto que hasta tiene parte vieja y parte nueva, separadas por un túnel y una fortaleza, la torre Aurora. Este fue el lugar en el que desembarcamos, después de casi dos horas de crucero, vistas panorámicas, y memoria de la cámara casi agotada de tanta foto.

El interior de Cinque Terre

En la parte nueva de Monterosso al Mare hay playas de agua cristalina, imán de veraneantes, y un gigante esculpido en piedra sobresaliendo de la montaña. Pero lo auténtico, claro, está en la parte vieja, donde descubrimos callejuelas, viejas casas, pequeños restaurantes y bares, un par de iglesias -una junto a la otra, porque tampoco hay mucho más espacio- alguna bodega, y caminos que ascienden hacia el interior del valle donde hay viejas ruinas.

Cinque Terre, calles de VernazzaLos pueblos de Cinque Terre están comunicados por senderos para los amantes de la naturaleza, algunos de varias horas de duración y de cierta dificultad, y otros más cortos y ligeros. Sin embargo, para los que no tenemos tiempo ni mucho hábito de senderistas, hay una línea de tren que une los cinco pueblos y te puede dejar en cada uno de ellos en apenas unos minutos y por unos pocos euros. Eso sí, los espacios entre barrancos son tan reducidos que algunas estaciones tienen la mitad del andén dentro de los túneles.

En este tren visitamos, además de Monterosso, los pueblos de Vernazza y Manarola, que repiten el mismo patrón de callejuelas y edificios de colores, pero en espacio más reducido si cabe. Los edificios son viejos y la pintura se cae aquí y allá, con los desconchones a la vista entre la ropa tendida, dándole el aspecto decadente que podemos esperar de un pequeño y antiguo pueblo italiano (si estuvieran bien pintados, no tendrían el mismo encanto).

Las calles, demasiado estrechas como para que haya circulación de tráfico, e incluso para dar cabida a los turistas, desembocan en pequeños puertos, que son al mismo tiempo playa o piscina natural y donde después de la visita dan unas ganas terribles de tirarse al mar.

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