La La Land, Los Ángeles

La La Land, Los Ángeles y las expectativas

La La Land es Los Ángeles. Las dos triunfan con su ensoñadora y colorida imagen, y coinciden en su punto gris de decepción. Están tan vinculadas, película y ciudad, que ambas comparten el mismo problema de expectativas. 

La La Land es la película del momento, y Los Ángeles juega un papel fundamental en ella. Más que fundamental, la cinta es todo un homenaje a la ciudad y utiliza hasta sesenta localizaciones angelinas para rodar sus escenas. Calles, puentes, locales nocturnos, playas… Desde las colinas de Hollywood al mercado central, el puente de Colorado Street, el viejo funicular de Angels Flight, las Torres Watts o los estudios de la Warner. Y todo ello sin necesidad de mostrar el topicazo de cartel de Hollywood o el desgastado paseo de la fama.

El gran logro del director, Damien Chazelle, ha sido crear una película icono, una obra que se asociará siempre a Los Ángeles. Una hazaña considerable, si tenemos en cuenta que se trata de la capital del cine por antonomasia. No son solo los escenarios, es su propio título, que utiliza el famoso acrónimo de L.A. (pronúnciese el-lei, como si te acabaras de bajar de un descapotable con unas gafas de sol y un smoothie en la mano), o su tema principal City of Stars (de donde ha salido el subtítulo Ciudad de las Estrellas) asociado hace tiempo al “hogar” de las estrellas del cine. Pero es también la historia de esa gran parte de la población de Los Ángeles que ha llegado hasta allí persiguiendo el sueño americano que ya no estamos tan seguros de que exista.

Autopistas de Los ÁngelesCon el tiempo, tal vez ya, se hará peregrinación hasta el Griffith Park y su observatorio, o el embarcadero de Hermosa Beach, para imitar los principales números de la película. Y hasta serán más turísticos los atascos en la autopista por esa escena inicial en uno de los famosos escalextric californianos -en concreto el intercambio de las autopistas 105 y 110 que llevan al Downtown-, y que ahora quedará asociado para siempre una gran apertura musical, probablemente lo mejor de toda la película junto con el final.

Entre uno y otro, lo que vemos es como si a un musical de los años 50 lo hubieran salpicado aquí y allá de smartphones, toyotas, y teclados con sintetizador, para vestirlo de siglo XXI. Los homenajes a los grandes clásicos del género son continuos, los números musicales y las canciones son brillantes, y la historia que cuenta… bueno, tal vez es lo de menos.

El problema de las expectativas

Las altas expectativas son un problema por el simple hecho de que es difícil cumplirlas para todos. Les pasa a las obras de arte, a las personas, a los políticos (que también son personas, pero no lo parecen) y, por supuesto, les pasa a las películas y a los destinos turísticos.

Los Ángeles, y por extensión, Hollywood, es probablemente la ciudad con mayor problema de expectativas. No solo por parte de aquellos viajeros que llegan aspirando a cumplir su sueño y se quedan para siempre sirviendo copas (a no ser que tu sueño sea servir copas, que también es muy respetable, e incluso envidiable), sino también por los turistas que la visitan esperando encontrar algo de ese glamour que promete el cine, o al menos los espacios icónicos de la pantalla.

Por lo que sé, la mayoría se encuentran con que Hollywood Boulevard en realidad es cutre y feo; que Rodeo Drive son apenas tres manzanas que no se diferencian tanto de la calle Serrano o el Paseo de Gracia; que no hay un casco histórico reseñable; que la mayoría de los estudios cinematográficos están cerrados al público; o que de las mansiones de los famosos, si es que queda alguno en Los Ángeles, no se ven sino los setos.

La La LandA La La Land le pasa lo mismo. Es la película que ha ganado más Globos de Oro en la historia; el film que puede batir a Titanic y Ben-Hur en los Oscars. Es el acontecimiento cinematográfico del que habla todo el mundo, y hasta he oído decir a algún crítico exigente que La La Land «es la película que me ha hecho volver a creer en Hollywood».

No hay obra que resista tal nivel de expectativas, por lo que, sin merecerlo, es probable que acabe decepcionando a muchos, como yo, que a pesar de la espectacularidad, encuentren que el guión es algo flojo, la historia un poco insulsa y -lo peor que se puede decir de una película- que se hace un poco larga. Por este motivo, se empezará a extender la tendencia de poner a la película a caer de un burro. También le pasó a Titanic, y a cualquier otra película que triunfa en la taquilla, hasta que pasan veinte o treinta años y se la recuerde con nostalgia. De momento, lo que no le va a quitar nadie, es que ya es la gran película de Los Ángeles.

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