Bajo el nombre tan rimbombante de Serenísima República de San Marino, se esconde una rareza digna de visitar: Un microestado de apenas 61 km2 y 30.000 habitantes, que por sus peculiares características geográficas ha pasado de refugio religioso a curioso enclave turístico y comercial en sus 1700 años de historia, que se dice pronto.
La pequeña y antigua San Marino
La República de San Marino es el tercer estado más pequeño de Europa y el más antiguo del mundo, y probablemente ambas circunstancias están muy relacionadas.
En un continente con tanto movimiento histórico de fronteras, y tanta guerra y conquista, es sorprendente que San Marino haya permanecido independiente a lo largo de la Historia, lo que dice mucho de su inaccesibilidad en tiempos antiguos, y de la falta de interés por ese pequeño pedazo de tierra en tiempos modernos.
Y es que San Marino no fue fundada en ricos terrenos de cultivo junto a un río, como la mayoría de las ciudades antiguas, sino que surgió del escondite de una comunidad cristiana refugiada, allá por el año 300 d.c., en lo alto de un monte, alrededor del propio Marino, un cantero llegado de Croacia que dejó la piedra huyendo de los romanos y acabó convertido en santo. Lo que son las cosas.
El Monte Titano tiene 739 metros de alto, y se alza sobre la llana Emilia-Romaña italiana como una atalaya prácticamente inexpugnable en aquella época. En la cima y las laderas de ese monte fue donde se desarrolló la ciudad y estado de San Marino que permaneció relativamente ajeno a las vicisitudes italianas y mundiales a lo largo de los siglos.
Cómo llegar a San Marino
En el pequeño estado no cabe un aeropuerto, aunque comparte uno con la provincia Emilia-Romagna italiana. Y tampoco llega el tren, pero desde la ciudad de Rimini se puede llegar a San Marino en autobús por apenas 5 euros y en menos de una hora.
Como no hay que pasar ninguna aduana ni control de pasaporte (de hecho, si quieres un sello tienes que abonar 5 euros en la oficina de información) nosotros ni siquiera nos enteramos de que ya estábamos en territorio de San Marino cuando empezamos a ver las señales en las pequeñas y modernas poblaciones que han surgido al pie del monte.
A partir de allí iniciamos una ascensión imparable hasta el exterior de las murallas de la ciudad antigua, aunque para los que lo prefieran, también está la opción de subir en teleférico desde la población del Borgo Maggiore.
La Ciudad de San Marino
Todo el casco histórico está rodeado por la gran muralla medieval a la que se adosan enormes caserones que una vez fueron palacios y ahora son museos. Al atravesar las imponentes murallas por la Puerta de San Francisco, nos adentramos en uno de esos escenarios detenidos en el tiempo que se reparte en un entramado de callejuelas, recodos, puentes, plazas diminutas con iglesias enormes, viejos edificios de piedra… Todo en una continua subida, pues toda la ciudad lucha contra el desnivel de la ladera.
Para dar contraste al encanto medieval, en cada calle hay un sinfín de tiendas llenas de todo lo que se vende mejor cuando no hay impuestos del lujo ni regulaciones de por medio: joyas, relojes, perfumes, gafas de sol, tabaco y armas, muchas armas. Tal vez esto es lo que más nos sorprendió: desde katanas a auténticas metralletas expuestas a pie de calle que tenían poco de souvenir. Pero también juegan con sus propias limitaciones: los sellos y euros acuñados en San Marino son de gran valor para coleccionistas por su rareza.
Como buen microestado independiente, tienen mucho orgullo de su «libertad», por eso así se llama su plaza principal donde residen los órganos de gobierno de un lado, y unas vistas a los Apeninos del otro, y donde tuvimos la oportunidad de observar el pintoresco cambio de guardia y el revuelo turístico que se forma a su alrededor.
Según fuimos ascendiendo las calles empedradas nos encontramos otros edificios emblemáticos como la Basílica dedicada al propio San Marino, la iglesia de San Francisco o los palacios de las antiguas familias de la República.
La vistas de San Marino
Sin embargo, el mayor aliciente turístico está en el otro extremo de la ciudad, en los tres picos más altos del Monte Titano, cada uno con una torre desde la que se observan unas vistas espectaculares.
Las dos principales fortalezas, llamadas la Roca y la Cesta, o simplemente Torre 1 y Torre 2, para no confundir al turista, se parapetan sobre el abismo vertical del monte y permiten observar, si no te lleva el viento, la amplia llanura que se extiende hasta las costas de Rimini. Y lo que es mejor, desde cada torre puedes ver la otra fortaleza para hacer unas fotos como para serie de corte medievo-fantástica como estas.
Para ver la pequeña ciudad de San Marino no hace falta más de medio día, y te llevas puestos 17 siglos de historia, un negocio redondo.
Felicidades Compañero y que cumplas muchos más y yo que los vea CHaO