Detrás del complicado nombre de Hvar, que suena a elemento químico o vodka ruso, se esconde una de las joyas de Croacia. De hecho la llaman, o quieren llamarla, «La perla del Adriático» (término por el que también puja Dubrovnik en sus carteles publicitarios) o incluso «la isla lavanda», no por el color de sus aguas, que quedaría muy poético, sino por sus campos de flores. Cualquiera de las denominaciones suena más promocional que el nombre original, pronunciado algo así como «Yabar», pero esto es lo único feo que tiene la isla.
Tras pasar apenas día y medio en Split, nos dejamos atraer por esa promesa de islas idílicas que tiene frente a sus costas. Nos embarcamos en uno de los muchos ferris que recorren las islas dálmatas, y en poco más de una hora de trayecto nos plantamos en la preciosa bahía que da entrada a la ciudad de Hvar.
El puerto de Hvar parece construido para enmarcar y poner en el salón. Desde cualquier ángulo se puede disfrutar de la estampa de suelos de piedra blanca, paseos de palmeras, casas señoriales construidas en piedra y yates de lujo. En una de sus esquinas se abre una enorme plaza en lo que antes fue otra bahía y ahora es la antesala de la catedral de San Esteban.
Ese es el punto más amplio y llano de la ciudad, más bien pueblo. Desde ahí no te queda otra que pasar los días subiendo y bajando escaleras por sus colinas, entre antiguos palacetes y humildes apartamentos cuyo mayor y único lujo son las vistas al puerto. Pero qué vistas. Entre tanto ejercicio de subida y bajada, encontrábamos por el camino escaleras estrechas repletas de bares, restaurantes y tiendas hasta llegar casi al recinto del castillo que domina la bahía.
Hvar desde lo alto y a pie de mar
El fuerte de Hvar se conoce como «Fortaleza española», porque algún paisano ingeniero acabó de alguna improbable manera diseñando su reconstrucción allá por el siglo XVI. La subida hasta allí viene bien para quemar las calorías consumidas durante la estancia y para ver las más espectaculares vistas de la bahía, en especial al atardecer.
Desde allí, o casi desde cualquier rincón, puede uno pasar un tiempo considerablemente largo e improductivo observando el trajín de idas y venidas de yates, barcas y ferris desde el puerto a las pequeñas islas que adornan las costa de Hvar. Estas islas, aún más «vírgenes», dentro de lo que cabe en la virginidad de nuestros tiempos, ofrecen playas apartadas de día y discotecas de noche, para lo cual un batallón de barco-taxis ofrece excursiones continuamente.
Pero hablemos del concepto de playa en esta zona del mundo: Las playas no son playas, apenas son pequeñas calas de guijarros que se clavan en las plantas de tus pies para recordarte que no todo es relax y satisfacción. O ni siquiera eso, en la mayoría de los casos son las rocas y pequeños embarcaderos a pie de mar los que sirven de acceso al agua para los bañistas. Eso sí, el agua es cristalina. Ese fondo de piedras blancas permite que, a pesar de tanto barco recorriendo la zona y tanto turista bañando sus protecciones solares, el mar sea transparentemente apetecible.
No porque no haya playas no se puede tomar el sol, unos cuantos clubes o chiringuitos se reparten las zonas de costa, encaramando hamacas donde buenamente pueden sobre plataformas de madera con estupendas vistas al mar o directamente en equilibrio sobre las piedras.
Pasar una mañana mirando el mar y las islas dálmatas desde esta posición es una buena alternativa a pasar las horas mirando el puerto, siempre dentro de la fabulosa ocupación que supone la vida contemplativa.
Muy cierto tu artículo aunque hvar la vi demasiado saturada. A pocos kilómetros, stari grad es muy bonita y tranquila, al menos a la hora en que estuvimos. Velika stiniva, una cala situada en una bahía que encontramos al azar en mitad de la isla, con Brac al fondo, fue lo más similar al paraiso
Tengo entendido que en agosto sí que hay demasiada gente en Hvar (y en todas partes!) Afortunadamente en septiembre la cantidad de gente es bastante razonable y se está muy bien. Pensamos en hacer excursiones a otros puntos de la isla o a las de en frente, pero estábamos tan bien en Hvar que no nos movimos de allí en tres días. Me apunto tus descubrimientos para la próxima!!