Pueblo de Bol

El cuerno de Bol

Bol, en la isla de Brac, es otro de esos puntos de la costa croata que se han convertido en un llamativo enclave turístico, y lo ha hecho en parte gracias a una icónica playa en forma de cuerno que se adentra en las claras aguas del Adriático. Además de un nombre mucho más fácil de pronunciar en la agencia de viajes que el de Hvar, todo hay que decirlo.

Playa del cuerno de BolLa playa en cuestión se llama Zlatni Rat, pero no tuvimos que hacer el esfuerzo de preguntar por ella para encontrarla, bastó con seguir el largo paseo que discurre desde el puerto de Bol hasta el parque natural que la preserva, y que esconde entre sus bosques, chiringuitos, apartamentos y hoteles invisibles desde la costa (muy astutos).

El paseo lo encontraréis más o menos saturado de turistas según la época del año en que vayáis, nosotros podíamos caminar alegremente sin pisar a nadie, pero sospecho que siempre hay gente en el camino, porque todo el que va a Bol va a ver el famoso «cuerno».

La playa en cuestión sobresale hasta 400 metros de la línea de la costa, creando dos enormes semicírculos a cada lado donde tomar el sol, comer, beber o practicar deportes acuáticos. Hay de todo. La formación termina en ese curioso pico que va cambiando su forma según las corrientes y la marea, y que te da la sensación de estar tumbado en mitad de alta mar.

Cuerno de BolLas imágenes, sobre todo aéreas, son impactantes, y por eso llenan las vallas publicitarias, no solo de la isla de Brac, sino de toda Croacia. Lo que no se aprecia en las fotos es que la playa no está formada por fina arena, sino de «molestos» guijarros, como es costumbre en las playas de Croacia, pero una vez asumido que caminar sobre piedrecitas es bueno para la circulación y para la transparencia del agua, acabas aceptándolo con agrado.

El pueblo de Bol

Puerto de BolPor lo demás, Bol es apenas un pequeño y encantador pueblo pesquero, con un puerto de aguas tan claras que hasta de noche se puede ver el fondo, y con una primera línea de antiguos edificios construidos en piedra que hacen de su paseo el lugar perfecto para una comida o unas cañas frente al mar. O sobre el mar, porque un par de restaurantes han tenido la genial idea de poner mesitas en el muro del muelle para que puedas cenar con los pies colgando sobre el agua.

El centro no tiene más de dos o tres calles con bares y restaurantes a precios razonables, una ermita, una plaza para las fiestas del pueblo (que tuvimos el gusto de presenciar aunque no entendiéramos ni una canción en croata), un amago de palacete, una galería de arte, un mercadillo, y ya está… A partir de ahí se suceden pequeños y aún discretos apartamentos que, de momento, no han arruinado su perfil de pueblo pintoresco.

Monasterio y playa de BolEn dirección contraria al cuerno, a unos cuantos cientos de metros del puerto, encontramos un antiguo monasterio dominico que en su momento tuvo gran influencia en la zona y que hoy en día es probablemente la construcción histórica más relevante del pueblo. Parece ser que en el interior hay un museo, pero el camino hasta allí nos llevó por una serie de calas algo más «escondidas» que el cuerno donde merecía la pena darse un buen chapuzón y olvidarse de todo lo demás.

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