Pues sí, hay un par de ‘ciudades’ más fuera de la ciudad vieja que merece la pena ver. Acostumbrados admirar el casco antiguo de cualquier lugar, quién iba a pensar que la ciudad nueva de Edimburgo ha sido también declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La cosa tiene truco, cuando levantamos la vista del mapa, resultó que el ‘New Town’ tiene ya unos cuantos siglos.
Es una zona de calles anchas y edificios señoriales que se comenzó a construir en el siglo XVIII cuando en los alrededores del castillo ya no cabía ni un alma. Por lo visto se trata de un gran ejemplo de planificación urbanística, y si con eso se refieren a que las mansiones están en una calle, las tiendas en otra y los bares en otra, entonces sí, está muy bien organizado. En concreto las tiendas se encuentran en Princes Street, que además se caracteriza por las magníficas vistas al Old Town y el omnipresente castillo separados por amplios jardines en los que se encuentra el característico Scott Monument. Vistas aparte, nosotros preferimos aventurarnos por la peatonal Rose Street donde se encuentran los bares y tabernas más ‘auténticos’.
Después de patear a conciencia la ciudad vieja y nueva decidimos que necesitábamos ayuda para descubrir lo que hay más allá del New Town y recurrimos a nuestro viejo amigo el autobús turístico para llegar hasta Leith, la ciudad portuaria que fue independiente hasta que fue absorbida por Edimburgo y convertida en sus suburbios. Ahora es un barrio residencial con cierto encanto, con mucho viento y con un puerto donde atraca el yate real Britannia y que, por lo visto, es uno de los mayores atractivos para los turistas locales. A nosotros nos bastó con ver el Mar del Norte desde la ventanilla.
Protegidos en el bus del inclemente frío escocés, volvimos al centro por la zona de Holyrood para ver -atisbar, más bien- el Palacio que utiliza la actual familia real para alojarse en la ciudad. Se trata de una edificación con muchos siglos de historia, construida sobre las ruinas de un monasterio medieval y situado al final de la Royal Mile, justo en el extremo opuesto al Castillo. Conociendo la truculenta historia de la fortaleza, no es de extrañar que los Windsor prefieran hospedarse aquí. Eso sí, los turistas y viajeros infrecuentes que no se informan antes de su viaje deben saber que cada vez que alguno de ellos viene a la ciudad, el Palacio se cierra al público.