Angkor Wat es al Sudeste Asiatico lo que Petra es a Oriente Medio o Macchu Pichu a Sudamérica. Una maravilla de ciudad de cuento casi mitológico a la que los europeos les da por llamar ‘ciudad perdida’ solo porque no la conocieron en su momento. Pues bien, nosotros en concreto no conocíamos la existencia de Angkor Wat o al menos no su condición de maravilla. Es más, no teníamos ninguna intención de venir, porque esto era un viaje a Tailandia en exclusiva y nos parecía que con ver un país a fondo, ya teníamos bastante.
Sin embargo, aquellos con los que comentábamos el viaje se empeñaban en incluir Angkor Wat, en Camboya, como una parte imprescindible del recorrido, y nosotros, que nos dejamos llevar por la asunción muy bien fundada de que todos los demás saben más de viajes que nosotros, no podíamos hacer otra cosa que seguir la indicación a pies juntillas. Y vaya si es imprescindible. Impresionante, espectacular, breathtaking, que dicen los ingleses y los folletos turísticos. La verdad es que las ruinas superaron con mucho nuestras expectativas.
Para el que no lo conozca, Angkor Wat es la antigua capital de Camboya, pero de mucho antes de que Camboya se llamara Camboya, cuando era el imperio Khmer y se pasaban la vida peleando y despeleando con sus vecinos chinos, siameses y demás. Tuvo su apogeo entre los siglos XII y XVI y cada rey que ocupó el poder se empeñó en construir formidables castillos, fortalezas y templos en medio de la jungla, convenientemente rodeadas de canales y murallas. Muchas de las edificaciones están lo suficientemente bien conservadas como para imaginar el poderío que se gastaban los reyes de la época y por eso merecen una visita.
Hemos dedicado a la ciudad dos días de recorrido en tuc tuc, uno para el llamado gran tour y otro para el pequeño tour. Nombres algo confusos porque en el primero tardamos menos y vimos templos más pequeños, pero las distancias entre uno y otro era mucho más largas. Sé que ese día me impresionó todo lo que veía, todas esas grandes construcciones en piedra en medio de la selva, pero cualquier imagen destacable pasó a segundo plano con la visita del segundo día, empezando por la fortaleza principal que lleva el nombre de Angkor Wat (en la foto principal), el más espectacular y mejor conservado; y continuando por las edificaciones de la ciudadela de Ankor Tom, como Bayón, un templo con 37 torres de piedra en las que hay esculpidas enormes caras que te miran desde todos los ángulos, como diciendo «a ti qué se te ha perdido aquí».
El Palacio Real, es la construcción de mayor altura y a ella subimos por unas empinadísimas escaleras, sin un triste rellano para coger aliento, para ver desde su cúspide la Terraza de los Elefantes, la Puerta de la Victoria y otros templos menores. Otro ejemplo interesante es el templo Ta Prohm, en un estado muy ruinoso en comparación con los demás, pero ahí reside su encanto: Ver cómo los árboles y plantas se han abierto paso entre las piedras formando curiosas imágenes que dan aún más sensación de adentrarte en un mundo perdido digno de películas de aventuras. Esperas ver salir a los monos del libro de la selva de las ventanas o a Indiana Jones atravesando cualquier pasadizo.

No podría describir todos los templos que hemos visto porque ni esto es una guía ni yo conozco tantos sinónimos de «impresionante», pero entre los dos días hemos pasado unas 14 horas completas explorando templos y piedras, escalera arriba, escalera abajo, a unos 38 grados de temperatura y bajo un sol imperial. He perdido tanto peso con el ejercicio y el sudor que ahora me tengo que atar los pantalones con el pañuelo que nos dieron de regalo en el hotel para que no se me caigan. Auténtico producto camboyano, eso sí.
Finalmente, cansados, deshidratados y moribundos, nos salvó la lluvia. Más o menos. Cuando empezó a chispear tuvimos la brillante idea de cubrirnos con chubasqueros y salir valientemente a visitar el penúltimo templo. Nuestro fiel conductor de tuc tuc nos miró de arriba a abajo con una sonrisa que casi se convirtió en carcajada al ver que volvíamos 10 minutos después completamente empapados y embarrados por el diluvio. Los chubasqueros no sirven de nada contra estas tormentas torrenciales.
Total, que nos quedó algún templo por ver, pero le calculo una belleza similar a los demás. Ya nos contaréis si habéis estado.
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