Las Cañadas del Teide es uno de los Parques Nacionales más grandes de España, por supuesto el más alto, uno de los más antiguos, y también el más visitado, no solo de España, sino de Europa, y entre los primeros del mundo. Además es Monumento Natural y Patrimonio de la Humanidad. Hay numerosas referencias más o menos explícitas y admirativas hacia el volcán a lo largo de la historia desde las versiones clásicas de las aventuras de Ulises hasta las novelas de Agatha Christie, pasando por la Divina Comedia de Dante por no hablar de las películas de Raquel Welch a Vin Diesel… El Teide es el Rey del Pop de los monumentos naturales.
Visitar Tenerife y no ver el Teide es como ir a París y no ver la Torre Eiffel. No es que sea imprescindible, pero te van a poner muchas caras raras al volver. El Teide es sin duda el mayor espectáculo natural de la isla (el no natural se llama Carnaval), por no decir de todo el Atlántico. Lo que tal vez no saben los miles de turistas que lo visitan cada día es que el Teide no es un volcán inactivo, solo está dormido, por lo que el día menos pensado… ¡boom!
La leyenda del Teide
Los antiguos habitantes de Tenerife, los guanches, adoraban la majestuosidad del Teide, como cualquier visitante hoy en día, pero tenían muy presente el carácter inestable del volcán, entre otras cosas porque les tocó vivir alguna que otra erupción. Como sucedía entonces (y aún cada domingo), intentaban explicar con mitología los fenómenos de la naturaleza, por eso cuando una potente erupción hizo temblar la tierra y salir fuego y lava de sus entrañas, los guanches lo identificaron, como no podía ser de otro modo, con un demonio o dios maligno que había despertado de su milenario sueño dentro de la montaña. Cuando, además, la enorme nube de ceniza oscureció durante días la isla entera, los guanches asumieron que el demonio había robado el sol, secuestrándolo en el interior del Teide.
Tras semanas de sufrimiento y plegarias, cercanos a la idea que todos podemos tener del fin del mundo, se produjo una batalla, a ojos de los guanches, entre el demonio, Guayota, y la deidad principal de los aborígenes, Achamán. Esta batalla, en forma de fuego y rayos (los fenómenos atmosféricos debieron ser de cine en aquella época), no era otra cosa que la tradicional lucha entre el bien y el mal que se da en todas las culturas, solo que con mejores efectos especiales. Y un día, por fin, terminó.
Se acabó el fuego y la lava, la lluvia y el viento se llevaron las nubes de ceniza, y de repente el sol, liberado, volvió a brillar en el cielo. El demonio Guayota volvió, derrotado, a las profundidades del volcán y, en lo alto del Teide, apareció un nuevo pico, fruto de la erupción y acumulación de materiales, que se asemejaba mucho a un tapón colocado por Achamán para impedir la salida del demonio… hasta su próxima erupción.
Las erupciones históricas del Teide (es decir, de las que se tiene fecha exacta) han sucedido aproximadamente cada cien años, desde la que observó Colón de camino a América en 1492, hasta la última producida en 1909. Os dejo un momento de cálculo y pánico…
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Efectivamente, la siguiente erupción ya va con retraso, aunque en 2004 hubo una crisis vulcanosísmica con más de 200 microseísmos y aumento del nivel de gases volcánicos que hizo pensar en una erupción inminente, pero finalmente se quedó en un susto. En cualquier caso, las Naciones Unidas han incluido al Teide en la lista de volcanes más peligrosos del mundo… por lo que pueda pasar.
Esto, que parece una advertencia para que no vayáis, al contrario, es una recomendación para que os deis prisa y veáis el Teide y el Parque Nacional mientras tiene su aspecto actual. No os preocupéis, que los volcanes «avisan» antes de entrar en erupción. Y si os pilla en la isla, oye, seréis testigos del mayor espectáculo pirotécnico de la naturaleza. Qué bonitas iban a quedar las fotos.
La visita al Parque Nacional del Teide
La visita al Teide hay que saborearla desde el trayecto que lleva hasta él. Es más, hay que estar atentos desde el avión o el barco que te lleva a Tenerife, porque las vistas son magníficas. En realidad, El Teide es como una top model que da bien en cámara desde cualquier ángulo y distancia.
Para llegar al Parque Nacional hay que atravesar espesos bosques de pinos (de esos que la gente no se imagina que puede haber en Tenerife) y que se sitúan en la franja entre los 1000 y 2000 metros de altitud. Antes de que los bosques empiecen a desaparecer para dar paso al árido paisaje de montaña (montaña volcánica, además) hay varios miradores que quitan el hipo y que permiten ver el volcán en todo su esplendor. Y no solo el Teide, también el resto de volcanes (¿os creíais que solo había uno?), el verde Valle de La Orotava, la ciudad del Puerto de la Cruz y el Atlántico. No hay que escatimar en miradores porque en todos hay ganas de hacer fotos.
Una vez dentro del Parque Nacional, también merece la pena parar en cualquiera de los recodos de la carretera para observar ese paisaje de aspecto extraterrestre, las formaciones rocosas de distintos colores, las enormes paredes que forman las Cañadas y que son los restos de un volcán muchísimo mayor; las «playas» de arenisca, la extraña vegetación que sobrevive en ese árido paisaje, o el valle de Ucanca del que siempre se dijo que era un lugar propicio para fenómenos paranormales.
Un punto de obligada parada son los Roques de García, que con este nombre tan anodino y tan poco exótico (con lo que es Canarias para los nombres) denomina uno de los paisajes más conocidos en todo el país, porque durante años figuraba en los billetes de mil pesetas. Desde aquí se pueden recorrer pequeños senderos para admirar el paisaje volcánico y sorprenderse del silencio que solo interrumpe el viento.
La subida al Teide
Los más deportistas pueden subir al Teide caminando, en un recorrido que lleva aproximadamente unas seis o siete horas de continuo ascenso, desde la cercana Montaña Blanca. Para hacerlo más llevadero, y disfrutar además de unas vistas espectaculares, los hay que comienzan el recorrido al atardecer, hacen noche en un refugio habilitado para ello, y emprenden de nuevo la marcha de madrugada para ver el amanecer desde el pico. Una experiencia única. Eso sí, recordad pedir permisos con mucha antelación y prepararos para la caminata, que siete horas en llano las puede hacer cualquiera en el Camino de Santiago, pero no subiendo una montaña de 3.718 metros de altitud.
Sin embargo, lo más cómodo y rápido es subir en el teleférico, que en apenas ocho minutos te lleva desde la base del volcán hasta la altura del denominado Pico Viejo. En este punto, te recibirán, como una bofetada, el frío, la falta de oxígeno, el olor a azufre y el vértigo. Todo comodidades. Pero si superas las condiciones adversas, y casi todo el mundo las supera, podrás recorrer los senderos que discurren por ambas caras del volcán y permiten observar a vista de pájaro, o de dios guanche, el paisaje del Parque Nacional, las costas de Tenerife, y el resto de las islas canarias sobre el Atlántico. Maravilloso.
Si además tienes interés en geología o vulcanología, es muy recomendable contar con un guía de Volvano Teide que te explique cómo se formó todo ese monumento natural, y dónde tienes que poner la mano para sentir aún el calor del volcán. Para llegar hasta la cima, el pico nuevo, (el tapón del volcán, para entendernos) habría que pedir permisos con antelación, y de nuevo, prepararse. Son apenas 500 metros de ascenso, pero no hay que confiarse, no todos lo consiguen. Eso sí, si en cualquier punto del trayecto notáis algún temblor, yo me daría prisa en bajar, allá cada uno.
Gran artículo soy un enamorado de las Canarias y no tenía ni idea de esto sobre el Teide.
Te dejo un enlace de mi blog un pequeño reportaje de la visita a Roque nublo en Gran Canaria
https://viajantesweb.wordpress.com/2016/10/05/roque-nublo-gran-canaria/
Vaya vaya que bonito ??