El problema de quedarse sin hotel en Miami

Quedarse sin hotel es uno de los miedos de cualquier viajero, que se convierte en pesadilla según se acerca la noche y no tienes donde meterte. Hace unos años, por estas fechas, me encontraba con una amiga en Miami igual que el bolero: perdidos, sin rumbo y en el lodo. Acabamos pagando tres hoteles para una sola noche. 

Viajeros Infrecuentes - Hotel en MiamiHabíamos llegado a Miami la semana anterior y nos habíamos alojado en Miami Beach, en un pequeño albergue de estilo colonial con encanto y baño compartidos. Luego nos embarcamos unos días en una travesía por las Bahamas, y volvimos a pasar una última noche en la ciudad. Para esa última noche de vacaciones, que además coincidía con el cumpleaños de mi amiga, habíamos prepagado una habitación en un hotelazo del centro para darnos un homenaje. El hotel tenía muy buena pinta… Al menos por fuera, porque por dentro nunca llegamos a comprobarlo. Llegamos tan pronto que ni siquiera pudimos hacer el check-in, así que dejamos las maletas y nos fuimos a recorrer la ciudad alegres e inconscientes de lo que nos esperaba. Por la tarde, ya cansados de tanto tour, volvimos al hotel soñando con una buena ducha y una cama que no se moviera al vaivén del Atlántico, pero en recepción no encontraban nuestra reserva. Bueno sí, al final la encontraron:

La reserva, señores, -dijo el recepcionista en un perfecto castellano que no dejaba lugar a dudas ni esperanzas- está hecha para dentro de 10 días.

Mi compañera de viaje y todavía amiga, a pesar del suceso, aún jura y perjura que fue la página de reservas y no ella la que se confundió de fecha.

-No hay problema -dijimos -pagamos otra habitación. Al fin y al cabo, los ahorros están para las emergencias.
-El hotel está completo, señores.

Asumida la situación y resignados, pero aún manteniendo la calma, cargamos con las maletas hasta el hotel de al lado con la seguridad de que encontraríamos habitación sin dificultad.

-¿Vienen ustedes a la convención?
-Una convención… -murmuramos entre dientes, ya no sé si en español o inglés o en el lenguaje ininteligible del miedo.

Efectivamente, este hotel también estaba completo, y gracias a los amables señores de recepción supimos que el siguiente también y el de más allá también. Hay que agradecer, con esa gratitud que provoca la bondad de los desconocidos, que los empleados fueron tan amables que nos ayudaron a buscar hotel y nos dejaron conectarnos a sus ordenadores para seguir la búsqueda, teniendo en cuenta que no éramos, ni, dadas las circunstancias, íbamos a ser sus clientes. Finalmente, mi amiga encontró otro hotel, de nuevo con oferta prepago, por si no habíamos aprendido la lección, a solo unas manzanas de allí. Debimos sospechar que algo no iba bien cuando el portero arrugó la nariz para darnos explicaciones de cómo llegar. En realidad nos advirtió claramente que no íbamos a una buena zona ¿Pero cómo de mala podía ser si estaba a solo unas calles de distancia?

Algunos hoteles dan más miedo que quedarse en la calle

Ni cortos ni perezosos, porque ya se hacía de noche, cogimos de nuevo las maletas y las arrastramos por las calles de Miami. Pero en Miami las calles son muy grandes, y los contrastes también. En un espacio muy corto pasamos de ver ejecutivos en coches privados entrando en hoteles de cinco estrellas, a ver indigentes descamisados entrando a gritos en cines x o peleándose por sus carritos de la compra.

Viajeros Infrecuentes - Hoteles en MiamiLlegamos rápido, principalmente porque a medida que veíamos el panorama acelerábamos el paso, arrastrando las maletas al trote ante la perspectiva de quedarnos sin ellas. Cuando entramos al hotel en cuestión ya era noche cerrada, y el aspecto de comedor de beneficencia nos hizo dudar de que estuviéramos donde teníamos que estar. Pero sí, era el hotel que nos había cobrado una pasta por la reserva de última hora. Aunque intentábamos evitar prejuicios, el aspecto de los otros huéspedes, que nos miraban de arriba a abajo, no parecía muy amigable. Lo único que queríamos era llegar a la habitación y no volver a salir antes de que llegara el día o la policía.

A la habitación llegamos en un montacargas de los de puerta de reja, y entramos a través de una endeble puerta de persiana que tenía un pequeño pestillo por toda seguridad. La ventana daba a los gritos del patio, y la moqueta había sido testigo de varios crímenes sin esclarecer y sin limpiar.

Nunca antes, ni nunca después, me he ido de un hotel sin pasar la noche en él, pero ante la situación, mi amiga fue clara “Si tengo que pasar la noche de mi cumpleaños encerrada aquí, me echo a llorar”. Como medida desesperada llamamos al albergue con encanto de Miami Beach y nos confirmaron que les quedaba una única habitación libre y que nos la guardaban si llegábamos antes de las 9. Apresurados, como si nos fuera la vida en ello (que a lo mejor sí), volvimos a bajar con nuestras maletas, entregamos la llave en el mostrador, y con la boca pequeña dijimos «nos vamos». Si a la recepcionista le sorprendió, desde luego no dio muestras de ello, ni nos preguntó por el motivo. Ya en la calle nos echamos a la carrera hasta encontrar una calle bien iluminada y saltar sobre el primer taxi que pasara, que nos dejó felizmente en Miami Beach.

Como moraleja de esta historia, aprendí algunos principios que he procurado tener en cuenta en los sucesivos viajes y que comparto con vosotros:

  • Hay que revisar siempre las reservas.
  • Hay que confiar en las recomendaciones de los locales.
  • Hay que celebrar la resolución de cualquier problema como si estuvieras en Miami Beach.

 

 

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