El infierno en Azores

Columnas de humo denso surgiendo de la tierra, pozos de agua cenicienta en ebullición, un intenso olor a azufre en el ambiente. Ése es el  idílico paisaje que visitamos ayer en Sao Miguel.

En Punta Delgada hay multitud de compañías que te ofrecen excursiones de un día a los lugares más turísticos de la isla, todas proponen los mismos itinerarios y más o menos al mismo precio, así que solo es cuestión de escoger la que más rabia te dé. De esta manera fuimos ayer a Furnas, un lugar en el centro de la isla que destaca por mostrar vivamente la actividad volcánica de las Azores. Algo empezamos a sospechar cuando nos acercamos al impresionante lago que lleva el mismo nombre y en su orilla observamos unas burbujas que no suelen indicar nada bueno. Por si fuera poco los patos, en lugar de nadar alegremente por las aguas, se dedican a observar desde la orilla, como esperando a que alguien pique. Cuando por fin nos acercamos a unas fumarolas en un extremo de lago, y descubrimos que nada se quemaba, supimos que nos encontrábamos en las puertas del infierno. El agua hirviendo, el vapor y los gases salían desde varios orificios en la tierra, convenientemente vallados para no sacrificar a ningún turista innecesariamente. Alrededor de esos huecos, varios restaurantes de la zona habían cavado sus propios pozos para cocinar al calor de la tierra el típico cocido de las Azores, que es como el madrileño pero sin garbanzos y con plus de peligrosidad, que también le da sabor. Es imprescindible probarlo.

Cuando llegamos al pueblo descubrimos que los locales no sólo usan las aguas volcánicas para cocinar, sino también para beber. Entre las casas se suceden las mismas fumarolas, con el mismo olor a fin del mundo, y se reparten aquí y allá hasta 23 fuentes de agua salidas de distintos manantiales. Imagino que a lo largo de los años han aprendido a poner un grifo en los que salen a una temperatura razonable y un cartel de peligro en los que pueden quemarte las entrañas. No quiero pensar en las pruebas de ensayo y error a las que se ha sometido a este vecindario. Lo que no han perfeccionado mucho es la señalización de las aguas que saben bien y las que no. Algunas tienen un agradable y sorprendente sabor a agua con gas, y otras tienen un regusto a huevos podridos difícil de olvidar. Eso sí, para compensar te dicen que son todas muy sanas para el organismo.

Las aguas tienen una tercera utilidad o atractivo turístico, y son los baños termales al aire libre en las piscinas del parque botánico Terra Nostra. La más grande de ellas tiene un intenso color amarillo, ferruginoso, que dicen los entendidos, que te impide ver nada en absoluto, es como nadar en una espesa sopa de avecrem. Como no somos muy remilgados, allí que nos bañamos alegremente y salimos trasmutados en simpsons, amarillos perdidos de pies a cabeza. No muy lejos hay otras piscinas más pequeñas, pero igual de cálidas, éstas con un color más grisáceo y que confío que también sean buenas para algún aspecto de la salud del que hasta ahora no me haya preocupado.

Aunque Furnas es el mayor reclamo de esta ruta, para llegar hasta allí también pasamos por otros lugares de interés como Vila Franca do Campo, la primera capital de la isla que sucumbió, mira tú por dónde, debido a una erupción volcánica.  Como compensación a este azar geológico, la ciudad cuenta en su costa con un bonito islote que no es otra cosa que un cráter inundado al que se puede acceder por barca. Ambas, la ciudad y el islote, se pueden observar desde el mirador de la iglesia de nuestra señora de La Paz.

Vila Franca do Campo, Sao Miguel
Vila Franca do Campo, Sao Miguel

En fin, si nada hace erupción esta noche, mañana sigo contando.

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