Trilogía de Hécula de Castillo-Puche

De Hécula a Yecla por el mal camino

Ponte en situación: estás escribiendo tu primera novela y para localizar el escenario principal te inspiras en lo que mejor conoces, tu propio pueblo. El problema es que la novela que quieres escribir requiere de un ambiente amargo y oprimente, así que la descripción que haces del pueblo no es muy bonita que digamos. De hecho es horrible. Cuando vienes a ver has escrito un montón de páginas poniendo a caldo a tu pueblo.

“No pasa nada”, piensas, “le cambio el nombre al pueblo por uno ficticio y aquí no ha pasado nada». Pues sí que pasa, sí. En cuanto los vecinos leen la novela, mandan a la Guardia Civil a detenerte ¿Cómo te quedas? Al final se ofenden tanto que te echan del pueblo.

Esto, que parece un argumento de ficción en sí mismo, es más o menos lo que le pasó a Jose Luis Castillo-Puche cuando escribió su primera novela y convirtió un lugar real como Yecla, en uno literario como Hécula.

El nacimiento de Hécula

En su novela Con la muerte al hombro, José Luis Castillo-Puche utiliza el recurso del “manuscrito encontrado”, ese por el que el autor dice conocer la historia que va a narrar a través de un texto escrito por un personaje. Ese personaje es su paisano Julio, un hombre desesperado que supuestamente envía sus diarios al propio Castillo-Puche junto a una carta en la que afirma su convencimiento de que en breve le detendrán.

Estos diarios, que conforman el grueso de esta gran novela, avanzan y retroceden en el tiempo para ir narrando, poco a poco y magistralmente, la vida del protagonista: las aventuras que vive en Madrid, cómo vivió la Guerra Civil en Murcia y Valencia, o su infancia en el pueblo “ficticio” de Hécula.

La descripción de esta localidad, desde el primer capítulo del supuesto manuscrito, es demoledora. Seis páginas que se dedican a poner a Hécula a caer de un burro, que si «poblachón», que si «bárbaro, árido y seco», «un «lugarón terrible». Las gentes del pueblo no reciben mejores piropos «silenciosas, demacradas, enlutadas», «de agresiva desconfianza», «capaz de los peores crímenes». De todo menos bonitos.

Aquí, un ejemplo:

Hécula es trágica, y por eso seduce y repugna, envenena y atrae, conmueve y solivianta. Es tierra de pesadumbre, de andar mirando al suelo, tierra donde el viento silba como un látigo y el hombre camina encorvado como si arrastrase sobre los hombros un ataúd misterioso. La más pura línea de verticalidad la dan en Hécula las sogas de los ahorcados.

Como para poner en un folleto turístico. Y la cosa es que no hay lugar a dudas: tanto en este inicio como a lo largo del libro se describen los suficientes detalles como para confirmar que Hécula es solo un trasunto de Yecla. Su castillo, su cementerio, sus calles principales, todo corresponde a la Yecla de aquella época.

Quizá en un intento de prevención de riesgos, Castillo-Puche se aseguró de matizar en el propio libro que aquello era solo una visión subjetiva de un personaje. Incluso en un momento dado el propio protagonista duda de sus sentimientos hacia Hécula y, después de tanto destrozo, se arranca con un:

Hécula, aunque parezca raro, es un pueblo que se hace querer.

A buenas horas. El propio autor, Castillo-Puche, aparece al final de la obra como un personaje más para limar asperezas:

Me gustaría encontrar una explicación a esa visión aterradora y bárbara que Julio tenía de su pueblo y mío […] Yo solo sé decir que Hécula es un pueblo que se clava en el corazón y que no se olvida. Y me consta que Julio sentía un gran amor por todas las cosas del pueblo.

No sirvió de mucho. Parece ser que, en cuanto se publicó la novela en 1954, muchos vecinos se tomaron el libro a la tremenda y, confundiendo realidad y ficción, se ofendieron muchísimo con las palabras de Castillo-Puche. Las autoridades del pueblo de la época decidieron expulsar al escritor del término municipal de Yecla, pero fue Castillo-Puche el que salió por pies, camino de Madrid antes de que le fueran a detener.

No te creas que todo esto frenó a Castillo-Puche. Escribió dos novelas más ambientadas en la localidad, formando lo que hoy se conoce como Trilogía de Hécula, y la siguió mencionando en otras obras y novelas cortas. No sé cómo cambiaría la descripción del pueblo en estas obras posteriores porque aún no las he leído, pero el caso es que hoy Castillo-Puche es una celebridad querida y homenajeada en Yecla, así que algo habrá cambiado.

En los próximos días tengo previsto visitar Yecla, con motivo del Premio José Luis Castillo Puche y la presentación de De puertas para adentro, y confío en poder encontrar mi propia visión del municipio en la actualidad.