¿Os ha pasado alguna vez que un libro os atrae sin saber muy bien por qué? A mí cada vez más, y este es el último ejemplo. ¿Un libro sobre faros? ¿En serio?
Algo tiene el concepto de este Breve atlas de los faros del fin del mundo que me atrajo desde que lo descubrí casualmente en internet. No lo compré en ese momento, porque uno también sabe limitar sus impulsos. Tuve que buscarlo en una librería y manosearlo un poco (gel hidroalcohólico mediante) para confirmar que tenía que llevármelo a casa. Será su edición cuidada, las ilustraciones, las historias que cuenta, y la propia idea de hablar de una manera más novelada que técnica de un puñado de faros lejanos a los que seguramente nunca viajaré.
Será cuestión de gustos, o aficiones, o caprichos. Una amiga me dijo, solo con ver la portada, que si el libro no incluye faros gallegos es, por fuerza, un libro malo, “un bluf”. Supongo que es lo que tienen los prejuicios y las expectativas que, como los gustos, cada uno tiene los suyos. A mi amiga no me molesté en explicarle que no se trata de una enciclopedia de faros, ni un estudio exhaustivo, sino de la selección personal del autor que ha querido mostrar y contar la historia de esos faros remotos, que solo por serlo, se vuelven legendarios. O dicho en sus propias palabras:
“No se trata de un manual de geografía, sino de un pasaporte para viajeros románticos”
¿Será que de pronto soy un viajero romántico? Toma ya.
Faros en el fin del mundo
El Breve atlas de los faros del fin del mundo nos habla en total de 34 faros repartidos por el planeta, desde el Mar Blanco ruso hasta la Patagonia argentina, desde un atolón en el Pacífico a la isla de Tasmania.
Cada faro se muestra con su correspondiente ilustración en puntillismo azulado, su breve ficha técnica, su carta náutica y una página, ni más ni menos, para relatar su historia, curiosidad o leyenda. Podría destacar algunas de ellas, pero la sinopsis del libro lo hace mejor:
Un farero ciego cuida de una luz en el círculo polar ártico, una intrépida niña acude al rescate de varios náufragos, un pequeño pájaro desaparece de una isla tras la llegada de un faro, un fantasma escribe a máquina cada noche, un excéntrico personaje levanta una torre en mar abierto para más tarde perecer en ella, dos guardianes se esfuman misteriosamente de un solitario cayo…
El autor, José Luis González Macías, se inspiró en «El faro del fin del mundo» de Julio Verne para darle título a este libro. Pero siempre he pensado que todos los faros tienen un algo de fin del mundo que, al menos a mí, me resulta fascinante. Igual que este libro, que es una joya, de esas para colocar en un lugar preeminente de la estantería y hojearlo de vez en cuando en busca de un nuevo faro remoto que te transporte al fin del mundo.