Cancionero de Buenos Aires

Buenos Aires es una ciudad que merece ser contada, si no cantada, a través de sus canciones, porque algo tiene que inspira a los artistas además de a los visitantes. Desde los tangos de Gardel, Goyeneche y Manzi a las baladas y rocks de Calamaro, Charly García y Fito Páez, sin olvidar a los españoles que también le han rendido homenaje como Ismael Álvarez o Joaquín Sabina, esta ciudad ha acabado por tener un cancionero en lugar de un callejero.

En eso pensaba yo, mientras escuchaba “Mi Buenos Aires querido”, cuando sobrevolamos la enorme extensión de calles y edificios que ocupa la Capital Federal de la Argetina y que se extiende hasta donde alcanza la vista en el ‘Gran Buenos Aires’, una urbe sin fin de más de 14 millones de personas. Hacia el otro lado, donde no hay calles, se extiende el mítico Río de la Plata que sirve de frontera, de orientación, de identidad y de musa. “Tú no querías más amor que el del Río de la Plata”, recordé que cantaba Sabina en una de sus canciones más argentinas “Con la frente marchita”.

Durante nuestra estancia en la ciudad nos alojamos en el barrio de la Recoleta, un barrio elegante de grandes edificios que ha protagonizado más de una canción y que se nos dio un cierto aire a Madrid, hasta que supimos que lo que tienen ambas ciudades en común es un intento algo frustrado de parecerse al estilo borbónico de París ¿qué ciudad no ha querido parecerse a París en algún momento?

Nuestro hotel tenía unas fantásticas vistas… al Cementerio de la Recoleta. Lo sé, suena poco apetecible, hasta que descubrimos que se trata de un destino turístico que acoge majestuosos panteones declarados monumentos artísticos nacionales. De entre todos los argentinos ilustres que descansan allí, la tumba más visitada, siempre con flores frescas, es la de Evita, el personaje histórico, no el ficticio que permanece inmortal en la Opera Rock de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice. En una de las calles de la Recoleta, vimos grabada en el suelo la letra de “Buenos Aires”, la canción que interpreta en el musical la joven Eva Duarte al llegar a la gran ciudad y enamorarse de ella: Hola Buenos Aires /What’s new Buenos Aires … Rio de la Plata, Florida, Corrientes, Nueve de Julio, all I want to know.

Nosotros también queríamos conocer todo eso, así que desde allí empezamos a callejear y callejear bajo el sol del verano de enero, sin ser aún conscientes de lo grande que es esta ciudad y lo lejos que están unos de otros los principales puntos turísticos. A modo de ejemplo: la Avenida 9 de Julio, que también tiene canción propia del grupo Callejeros (tristemente famoso por el incendio de la discoteca República Cromañón) es una muestra de chulería argentina con 140 metros de ancho y 22 carriles. Se dice que es la avenida más ancha del mundo (aunque los brasileños, celosos, lo desmienten) y de un lado a otro viene a ser como el Río de la Plata con semáforos. Como obviamente no fuimos capaces de cruzarla del tirón, hicimos una conveniente parada en la Plaza de la República, en medio de la avenida, donde se yerguen el Obelisco y la bandera de Argentina en honor a su independencia.

En esta misma avenida visitamos el monumental Teatro Colón sintiéndonos como Sabina “Yo era un capo en el ambiente, derrochaba adrenalina, me presentaba en Corrientes tenía palco en el Colón”. Y a la altura de la Plaza de la República nos adentramos precisamente en la popular Avenida Corrientes, una larguísima calle llena de más teatros y salas que me sonaban a fuerza de oír a los artistas españoles que se van a hacer las Américas: el Metropolitan, el Gran Rex, el Luna Park… Por cierto, que según Fito Páez en su canción dedicada a su ciudad “en Buenos Aires no hay más luna que el Luna Park”. Y en el número 348 de la misma calle, un portal ficticio rinde homenaje a uno de los tangos más famosos de todos los tiempos: “Corrientes 348, segundo piso, ascensor. No hay portero ni vecinos, adentro cóctel y amor… y todo a media luz”.

Después de kilómetros recorridos llegamos hasta Puerto Madero, frente al Río de la Plata, donde nos habían recomendado algunos restaurantes de moda, pero no había tiempo para eso, aún había muchas cosas que ver, así que solo dimos un rápido vistazo al horizonte intentando distinguir la costa de Uruguay, y volvimos a ponernos en marcha hacia la Plaza de Mayo. Pero eso os lo cuento otro día.

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